"No hay día en que no aparezca alguna noticia referida a algún ayuntamiento que contribuye a la captura del maligno CO2 mediante la plantación de algunas docenas de árboles en parques, jardines y rotondas." (Artículo de Vicente Lladró en www.lasprovincias.es)

15/06/2008

"También crece el número de empresas y corporaciones que adoptan decisiones solidarias y destinan algún dinero para plantar árboles en bosques, al tiempo que difunden que tales acciones son sostenibles y meritorias y se emprenden para contribuir a mitigar el calentamiento global y todo eso."

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"Son acciones muy nobles, naturalmente, por más que aparezcan tintadas con frecuencia de un claro color de puro márketing político o comercial, si no es que uno y otro concepto se acaban solapando y confundiendo, y es ese tono grandilocuente y definitivo con el que nos presentan tales empeños el que nos pone sobre aviso con una pizca de duda y un mohín.

Porque, a ver, hemos leído recientemente que un ayuntamiento va a trasplantar a una avenida dos centenares de palmeras que absorberán no se cuántas toneladas de CO2. Se conoce que donde están plantadas actualmente dichas palmeras no absorben el perverso gas y esperaran a ser colocadas en su próxima ubicación para desplegar toda su capacidad de fotosíntesis; se ve que ahora tienen aletargada la función clorofílica.

Ya no se plantan las palmeras y otros árboles en los cascos urbanos porque embellecen el entorno, lo suavizan, dan sombra y son muestra evidente de civilización y cultura. No, ahora ha de ser necesariamente por lo del CO2, es lo único válido, y son tan cansinos en su reiteración que aburren hasta el infinito.

Claro que está muy bien que se planten árboles y plantas y que haya flores; pues no lo vamos a descubrir a estas alturas. Pero ponerse a pregonar que un par de centenares de ejemplares que ha colocado una u otra empresa van a contribuir al efecto sumidero absorbiendo dos toneladas de CO2 al año..., parece algo ridículo.

Porque, vamos a ver, si esto va de medir quién llega más lejos, ¿cuánto CO2 absorben las 200.000 hectáreas de cítricos de la Comunitat Valenciana?, ¿en cuánto contribuye el millón de hectáreas de todos los cultivos de esta región a frenar el cambio climático? ¿Es más efectiva en este papel una hectárea de monte u otra de frutales? ¿Tiene conciencia el tío Pepe, cualquier tío Pepe que mañana replantará unas hanegadas de naranjos, que está contribuyendo a frenar el reiterado y temido cambio climático? ¿Sabe que lo suyo no sólo es para producir fruta y ganar dinero, si puede, sino que es una acción que se encuadra en el marco del desarrollo sostenible?, ¿se lo reconoce alguien así?, y, sobre todo, ¿van a pagarle por ello? Otros sí que le sacan rendimiento al asunto.

Esta es una gran asignatura pendiente: la de valorar la importancia de la agricultura también desde el punto de vista de sumidero de CO2, y con mucha eficiencia, porque una planta cuidada, podada, regada y en pleno apogeo rinde, en todo, mucho más que cualquier otra dejada a la buena de Dios.

Si hay estudiosos que son capaces de vaticinar cuánto gas de efecto invernadero atrapan unos árboles plantados en las calles de la ciudad, donde ciertamente son muy necesarios, también deben establecer en lo que contribuye la agricultura, globalmente o por sectores. Si no, es más difícil de creer la intencionalidad de tan repetidos anuncios por iniciativas pequeñas que tratan de presentarse como grandiosas. Nos toman el pelo. Lo grandioso de verdad es lo que hacen los agricultores de manera anónima y sin pretender sacar pecho. Ya va siendo hora de que se les valore en los justos términos. A ver qué puede decir sobre esto la Universidad."

Un artículo de VICENTE LLADRÓ

Fuente: Las Provincias

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