Un fallo emitido por la Secretaría de Gobierno el 24 de marzo del 2006 ordenó el cierre de seis de estas ladrilleras, pero continúan funcionando. Antes únicamente los fines de semana, hoy amparados por la soledad de las noches y la ausencia de las autoridades, según dicen los vecinos del barrio Amapolas, al norte de Bogotá.

04/05/2008

"Nosotros respiramos toda la noche el humo de esos sitios", dice Luz Marina Porras, quien desde hace 30 años ha visto desde su casa, ubicada en una esquina de la Avenida 13 Este, cómo las ladrilleras acabaron no solo con el aire limpio de su barrio, sino con las montañas que lo rodeaban para obtener la arcilla que se utiliza en la fabricación de los ladrillos.

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Según una denuncia del representante a la Cámara David Luna, aunque los habitantes se han quejado ante la alcaldía local, no hay soluciones concretas.

Citynoticias recorrió el lugar en compañía de Orlando Velandia, de la Secretaría de Ambiente, quien prometió reunirse con la Alcaldía Local para revisar el tema.

Dijo que, de ser necesario, se tomarán medidas de tipo penal contra estas ladrilleras para que de una vez por todas los habitantes puedan volver a respirar un aire mucho más limpio.

Graves problemas de salud

María del Carmen Quintero lleva 3 años conectada a un tubo de oxigeno para poder vivir. Según ella, su enfermedad respiratoria se hizo crónica debido a la mala calidad de aire que se respira en el barrio Amapolas, en el que vive hace casi 20 años.

Como ella, varias familias aseguran que están cansados de respirar las constantes emisiones de humo arrojadas por las 10 ladrilleras que rodean la zona y que operan en horas de la noche para evadir a las autoridades ambientales.

José Arias observa las fumarolas desde la terraza de su casa, también en Amapolas, en San Cristóbal. "Es terrible la humareda que comienza en la noche y va hasta la madrugada. El humo se ve espeso cuando pasa por aquí", asegura, mientras con su mano señala la calle por la que ve pasar a diario a muchos niños que -bajo la protección de bufandas, sacos y gorros para evitar el olor a humo- deben llegar a los jardines infantiles en los que estudian.

Fuente: eltiempo.com

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