El grupo de Ecotoxicología de la Universidade de Santiago , dirigido por el catedrático de Ecología Alejo Carballeira, lleva quince años trabajando con musgo para detectar agentes contaminantes como metales pesados (mercurio, arsénico, cobre o plomo), dioxinas, furanos e hidrocarburos, ya que se trata de un organismo con gran capacidad para retenerlos.
Noticias Troposfera.org
18/12/2007
El equipo dispone de una amplia red de control de la polución
con musgo en
Galicia - integrada en el sistema europeo de vigilancia de metales pesados- con casi 180 puntos de muestreo,
lo que la convierte en la más avanzada y nutrida de España y permite realizar
muestreos en áreas reducidas de 15 por 15 kilómetros.
La medición de microcontaminantes con musgos se ha
ofrecido a la Xunta. Sin embargo, «de momento aún no obtuvimos una respuesta»,
resalta Carballeira, El servicio ya se presta en La Rioja y está a punto de
cerrarse el acuerdo con otras dos autonomías del norte.
Líquenes
El seguimiento con líquenes de la contaminación del
aire cambió radicalmente en una pausa de un congreso de medio ambiente y salud
humana, organizado en 1997 en el Véneto, en el noreste de Italia. En aquel
descanso, el investigador Pier Luigi Nimis mostró su mapa de líquenes de la
región al médico milanés Cesare Cislaghi, que había realizado un atlas de
distribución del cáncer de pulmón en la zona. Ambos se quedaron pasmados. Los
dos mapas coincidían perfectamente.
La pareja de científicos decidió publicar de manera
conjunta los resultados de sus investigaciones en la revista Nature y,
desde entonces, los líquenes se han convertido en un bioindicador para
detectar la contaminación atmosférica y, por extensión, el riesgo de padecer
enfermedades pulmonares.
En España, los biólogos Arsenio Terrón y Ana Belén
Fernández Salegui, de la Universidad de León, siguen el método Nimis y
estudian con líquenes -desde 2002- la contaminación atmosférica en el entorno
de siete centrales térmicas del noroeste español.
Su labor consiste en recoger líquenes de zonas
vírgenes y trasplantarlos a las cercanías de las centrales térmicas, para
observar sus modificaciones.
Los resultados son inquietantes. Algunos líquenes
mueren en menos de 15 semanas, sobre todo en las centrales de Compostilla II,
en León, y Narcea, en Asturias. "Es como si hubieran apuntado con un soplete a
algunos líquenes", explica Fernández Salegui.
Para Terrón, la debilidad de los líquenes en el
entorno de algunas centrales térmicas sólo se puede explicar si la
contaminación ambiental es muy elevada. "En la medida en la que la
contaminación afecta a los líquenes nos afecta a nosotros", advierte Terrón.
Fuente Infografías
Diario Público
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La Voz de Galicia /
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