Aunque la comunidad científica sigue dividida ante el fenómeno, lo cierto es que, cada vez más, los investigadores se decantan por la tesis del cambio climático para explicar las transformaciones en la atmósfera terrestre, cuyos síntomas parecen estar en todas partes.

22/09/2005

Por mencionar algunos: la actual sequía de la Península Ibérica, la alteración secuencial de los monzones en Asia, los permanentes ciclones del golfo de México, que han causado situaciones dramáticas en los últimos días.

La tesis de esta alteración global la viene sosteniendo el director del CEAM valenciano, Millán Millán, centro que publica en la prestigiosa revista científica Nature un trabajo coordinado por María José Sanz según el cual la ola de calor que asoló gran parte de Europa en 2003 provocó una reducción del 30% en la producción vegetal de las zonas afectadas, acelerando el proceso de calentamiento global al bajar la cantidad de dióxido de carbono que la vegetación fue capaz de capturar de la atmósfera.

Los datos del CEAM proceden del análisis de la masa vegetal y de la capacidad de respiración de los pinares del Parque Natural de la Devesa de la Albufera, en el Saler, lo que viene a acentuar -y la proximidad de la investigación hace más dramático el caso- las transformaciones de la naturaleza por el efecto invernadero, que el protocolo de Kioto no logra frenar en lo que se refiere a la reducción de los gases contaminantes por la divergencias entre los países.

Pese a los interrogantes que todavía pesan sobre la rapidez de las transformaciones que anuncian los expertos, es indudable que, en la práctica, la escasa pluviosidad es ya una amenaza para el sur de Europa.

Ayer un alto cargo del ministerio de Medio Ambiente anotó -y hay que tomarlo en sus justos términos, sin estridencias alarmantes- que podrían aplicarse las primeras restricciones para el consumo en las cuencas del Júcar y el Segura en un mes.

  Fuente: Levante-EMV

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