Los sindicatos mineros, SOMA-FIA-UGT y la
Federación Minerometalúrgica de CC OO, consideran que el amplio ajuste
planteado por el Ministerio de Industria para el primer bienio del próximo
plan (2006-2007) y las intenciones de Madrid de prolongar los recortes e
incluso endurecerlos entre 2008 y 2012 esconde una apuesta velada del
Gobierno por la energía nuclear. Así han opinado al menos durante las
últimas semanas y en diversos foros los líderes de ambos sindicatos: José
Ángel F. Villa, por el SOMA, y Maximino García, por CC OO.
Las centrales argumentan que el recorte que propone el equipo del cordobés
José Montilla, con el cierre de aproximadamente diez explotaciones mineras
en Asturias que conllevaría una destrucción de entre 2.000 y 2.500 puestos
de trabajo, no es entendible desde criterios energéticos a no ser que esté
previsto aumentar la generación de energía nuclear. Las sospechas se
apoyan sobre unas recientes declaraciones de Montilla, recogidas por la
agencia «Europa Press», en las que éste califica de «insensato» pensar en
reducir actualmente la producción de energía nuclear.
No obstante, las intenciones de Industria sobre la configuración de la
dieta energética nacional -el reparto de la producción según las materias
primas- ofrecen variadas incógnitas. El Ministerio quiere impulsar la
generación eléctrica a partir de fuentes renovables como la energía
eólica, la solar o la biomasa, pero sin embargo reconoce que el sector de
las renovables no crece como se esperaba y que será difícil alcanzar los
niveles planteados por Europa para 2012.
Otro frente abierto por Madrid es la búsqueda de una mayor autonomía
energética para evitar el alto grado de dependencia de la importación
(casi el 80 por ciento de la energía que se consume en España cada año
proviene de materias primas importadas) y para ello se estudia reducir la
compra de gas y petróleo, que por otra parte están incrementando de forma
preocupante sus precios. Además, gas y petróleo provienen de zonas
políticamente inestables, con lo que no se garantiza la seguridad en el
abastecimiento. A todo esto debe añadirse que la escasez de lluvias que se
registra desde hace algunos años impide aprovechar las centrales de
generación hidráulica, y también que el Protocolo de Kioto, diseñado para
atajar las emisiones de CO2, castiga al carbón y al petróleo,
principalmente. Teniendo en cuenta este marco y que en los momentos de
mayor demanda energética, que suele coincidir las olas de calor
veraniegas, suele escasear el agua y también el viento, los sindicatos
consideran una equivocación prescindir del carbón y plantear duros
recortes. La única solución que, a su juicio, parece factible para hacer
frente a la demanda es la energía nuclear. Hay que tener en cuenta también
que pese a los planes de ahorro y eficiencia energética que viene
impulsando el Gobierno, el consumo de electricidad se ha duplicado en
España.
El mejor ejemplo de la situación que definen los sindicatos pudo verse
este mismo verano. Durante el pasado mes de julio se batieron varias veces
los récords de consumo eléctrico. Esos días, el carbón fue la energía más
utilizada para poder garantizar el suministro en el país ante la escasez
de reservas hidráulicas y la parada de dos centrales nucleares. Según los
datos de Red Eléctrica de España (REE), el pasado julio la demanda de
energía eléctrica fue un 5, 5 por ciento superior a la del mismo mes del
año anterior. El 21 de julio, debido a las altas temperaturas, la demanda
instantánea de energía eléctrica registró un nuevo máximo de verano. Para
hacer frente a ese consumo inusual, las eléctricas recurrieron sobre todo
al carbón, que cubrió casi el 23 por ciento de la demanda. Las centrales
de ciclo combinado pusieron el 22 por ciento de la demanda. El ciclo
combinado gana terreno al carbón, pero a pesar de la puesta en marcha de
diez centrales nuevas de gas durante 2004, su capacidad aún está por
debajo de la térmicas de carbón, lo que queda más patente cuando hay
necesidades excepcionales de energía.
Ante esta situación, los sindicatos no comprenden que Industria pretenda
reducir a más de la mitad la presencia del carbón en la tarta que marca el
reparto de la producción energética según la fuente (gas y fuel, ciclo
combinado, nuclear, hidráulica, carbón o renovables). La intención del
Gobierno es que la energía eléctrica producida en centrales térmicas de
carbón suponga el 15 por ciento de la energía que se consume anualmente en
el país. Esta cifra supondría reducir a la mitad la presencia del carbón
en el mix energético nacional. Durante los últimos años, las centrales
térmicas que queman mineral produjeron, según los informes anuales de REE,
el 36 por ciento de la electricidad en España. El porcentaje está más o
menos estabilizado desde el año 2000 pese al ajuste del sector carbonero
nacional, que ha conllevado una fuerte caída de la producción, superior a
los siete millones de toneladas. El carbón de importación ha servido para
mantener las cotas de producción eléctrica con el mineral.
Sin embargo, dar prioridad a la importación no es tampoco la solución para
las centrales. Por un lado, manifiestan que se aumenta la dependencia del
exterior, y por otro, que con el incremento de los precios de los fletes,
la importación tampoco conlleva importantes ahorros para las eléctricas.
Las centrales intuyen que la otra carta que se podría jugar es la energía
nuclear. Fernández Villa lleva años advirtiendo del interés del lobby
europeo de la energía nuclear, «que en su momento capitaneó Loyola de
Palacio», por acabar con la moratoria que impide en varios países
construir nuevas centrales nucleares. El ejemplo es Finlandia, que después
de décadas está construyendo una nueva central. Pero la energía nuclear
tampoco asegura la independencia energética de España, ya que en el país
no hay plantas de enriquecimiento de uranio.