Durante los últimos dos siglos ha habido
un aumento muy significativo de la temperatura de la Tierra, quizá de
consecuencias tan radicales como las de la última glaciación. La cantidad de
CO2 presente en la atmósfera, además, ha superado las concentraciones de
cualquier otra época. Ambas características de nuestro medioambiente han
afectado la vida en la Tierra y la salud humana, tema éste último que ha
preocupado durante mucho tiempo a los expertos. Sin embargo, hay una cuestión
que se ha empezado a tener en cuenta desde hace poco: el aumento de la
longevidad. ¿Tiene algo que ver el cambio climático con el incremento
desmesurado de la esperanza de vida en el ser humano?
En el año 2000, la revista
Nature publicaba un estudio de los investigadores Li Tuljapurkar y C. Boe
en el que se relacionaba la longevidad con la cantidad de CO2 en el aire,
aunque se advertía que los análisis a este respecto eran aún muy escasos. Las
investigaciones señalaban que podía haber una relación entre las
concentraciones de este gas contaminante y el aumento de la esperanza de vida
en el Hombre, debido a que el CO2 propiciaba el desarrollo de ciertas
sustancias en las plantas, que eran buenas para nuestra salud.
Incrementos en la cantidad de vitamina A y C podían ser consecuencia de una
respuesta de la vegetación a las altas concentraciones de este gas
contaminante en el aire. Asimismo, se había podido observar que el aumento del
CO2 en plantas resultaba efectivo en la lucha contra diversas enfermedades,
como el cáncer o las insuficiencias cardiacas. En lo que respecta al
calentamiento global, las altas temperaturas siempre ayudan a que la vida se
prolongue, mientras que el frío produce en general muertes más prematuras.
Reducción drástica de la mortalidad
Tal como explica en un documentado artículo la revista
CO2 Science, la mortalidad ha disminuido en los países desarrollados
espectacularmente en los últimos 150 años. El estudio de Tuljapurkar señalaba
ya que en el periodo que va de 1950 a 1994, en Canadá, Francia, Alemania
Occidental, Italia, Japón, el Reino Unido y Estados Unidos, la esperanza de
vida aumentó exponencialmente manteniendo un rotundo incremento constante. En
la Antigüedad, la gente moría como media a la edad de 20 años, y ahora
aspiramos a vivir hasta los 80. Asimismo, este aumento de la esperanza de vida
ha mantenido el ritmo con el paso del tiempo, y su aceleración no ha menguado.
¿Por qué ha aumentado tanto nuestro tiempo de vida? ¿Continuará aumentando en
el futuro? Evidentemente, los adelantos médicos y los hábitos de salud han
mejorado nuestras posibilidades. En la actualidad, se superan enfermedades que
antes resultaban fatales: infecciones, parásitos, malnutrición, problemas en
el embarazo y en los partos, enfermedades degenerativas, etc. También se
mantiene con vida durante más tiempo a enfermos crónicos. Pero lo cierto es
que, además, los mayores duran cada vez más y su calidad de vida se mantiene
durante muchos más años.
Tercera edad saludable y longeva
Diversos
estudios previos ya han demostrado que, en las décadas de los años 80 y
90, en Estados Unidos, los problemas propios de la tercera edad se redujeron,
y además a un ritmo constante.
En lo que se refiere a la media global del planeta, la esperanza de vida se ha
doblado en los últimos dos siglos, alcanzando los 65 años para los hombres y
los 70 para las mujeres. Este aumento se ha dado con una regularidad anual, y
resulta un fenómeno que jamás antes se había observado en la historia de la
humanidad.
Todas estas observaciones señalan que puede demostrarse claramente que, tanto
el aumento de la temperatura global como el de la cantidad de CO2 atmosférico
han influido en este cambio. Es cierto que también existen influencias
negativas para nuestra salud en ambas circunstancias, pero los expertos
señalan que éstas son minúsculas en comparación con el incremento espectacular
de nuestra longevidad.
Radicales libres controlados
Estudios recientes han demostrado que enriquecer el aire con dióxido de
carbono aumenta las concentraciones y la actividad en las plantas de ciertas
sustancias beneficiosas para la salud humana. Estas sustancias, como el ácido
ascórbico, la antiocianina o los flavonoides (pigmentos vegetales), reducen
los daños que los radicales libres producen a nuestro organismo.
Un radical libre es una molécula extremadamente inestable y con gran poder
reactivo. Se forma en el cuerpo humano por el contacto con el oxígeno (por la
respiración) y actúa alterando las membranas celulares y atacando el material
genético de las células. También daña las proteínas y los lípidos, y con el
paso del tiempo puede producir cáncer.
Pero, sobre todo, los radicales libres son en parte responsables del
envejecimiento porque disminuyen la funcionalidad de las células, que no se
dividen tanto como cuando somos jóvenes, lo que reduce el número de
mitocondrias (órganos celulares que suministran la energía necesaria para el
funcionamiento de la célula), con el consecuente deterioro del cuerpo con el
paso del tiempo.
Las sustancias que el CO2 activa en las plantas originan también una oxidación
de las lipoproteínas del organismo de baja densidad, acumulación de plaquetas
y vasodilatación del endotelio de las arterias.
El efecto del CO2 en las cosechas es hoy por hoy un hecho que afecta a todo el
planeta, y a todo tipo de plantas. Este fenómeno podría tener un impacto en la
salud humano mayor de lo que hasta ahora se ha pensado y podría ser una de las
razones del espectacular aumento de la esperanza de vida en los dos últimos
siglos.
Los expertos afirman que aún faltan por realizar numerosos estudios para
determinar si realmente este gas es bueno para la salud humana. Por el
momento, el consenso científico es abrumador respecto a las consecuencias
negativas del aumento del CO2 y de otros gases contaminantes en la atmósfera
debido a su contribución al
cambio climático.
La incidencia de esta contaminación es particularmente notoria en lo que se
refiere al incremento de enfermedades infecciosas tropicales, inundaciones y
tormentas, extinción de especies de animales y plantas, sequías más intensas y
prolongadas y destrucción de cultivos. Aparentemente, contribuye asimismo a
prolongar la vida. Una paradoja más de la naturaleza.