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dic 5, 2005

Asustados por el cambio climático


Las consecuencias ya las estamos notando en nuestro país, donde la tierra se resiente, nuevos insectos devoran los bosques y especies nunca vistas en ciertas latitudes son pescadas a mansalva. En la semana de la XI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático, cinco testimonios muestran estas trágicas realidades.

05/12/2005

El verano de 2005 pasará a la historia como un anticipo de lo que puede traer el cambio climático. Olas de calor intensas, menos cosechas, infecciones exóticas, mares más cálidos... Si antes disfrutábamos de cuatro estaciones, ahora, lo normal, son dos. En Madrid, como en otras capitales españolas, hemos pasado, a primeros de noviembre, de la manga corta al abrigo y las botas de agua. El otoño ha quedado para el recuerdo.

Y es que España tiene fiebre. Según avanza el informe Impacts of Climate Change in Europe, en el que la Agencia Europea del Medio Ambiente pronostica un deterioro catastrófico del ecosistema de aquí a 2080. Los efectos del cambio climático en la península Ibérica se dejarán notar con mayor intensidad que en el resto de Europa. Aunque en realidad no hay que esperar tanto. En varios lugares de España, tanto en el interior como en la costa, ya empiezan a asomar los primeros síntomas del temido calentamiento global. Glaciares que retroceden, sembrados que se vuelven estériles, tormentas intensas, plagas en los bosques... Si hacemos caso a los ecólogos, el problema no es cosa de mañana, sino de ayer. Aquí y en el resto del planeta. Aunque para el exitoso escritor de ficción Michael Crichton, el padre de Parque Jurásico, todo sea un embuste. Lo sostiene en su último libro, Estado de miedo, en el que arremete contra ecologistas y científicos y niega la existencia del calentamiento global.

Donde no debe de tener lectores es en Canadá, donde estos días 181 países, incluido España, buscan soluciones que frenen el deterior ambiental en el marco de la XI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático que se está celebrando en Montreal hasta el próximo viernes. Uno de los principales escollos a salvar será el incumplimiento de los acuerdos sobre la emisión a la atmósfera de gases contaminantes, responsables del incremento de la temperatura mundial. Y ahí estará España, entre los menos cumplidores de los acuerdos de Kyoto. De hecho, el aumento de las emisiones tóxicas alcanzó en 2004 un 45% más respecto a 1990, según datos oficiales. Una tasa que hoy nos sitúa entre los países más contaminantes de la Unión Europea. Y en el segundo más denunciado, tras Italia, por infracciones medioambientales (ríos sucios, invasión de costas, vertidos de gases de efecto invernadero...).

Pronóstico reservado

El escenario que pinta un informe elaborado por la Universidad de Castilla-La Mancha, en el que han participado científicos de otras comunidades, describe un futuro nada alagüeño de aquí a dos décadas. En el siglo XX, los termómetros en nuestro país han subido un grado centígrado. Y se prevé para el que estamos un incremento de al menos 0,4 grados por década en invierno y de 0,7 grados en verano. En el interior, donde más aumentará la temperatura, se estima que habrá hasta siete grados más que ahora, durante los meses de estío. Más olas de calor, menos lluvia...

También se esperan desajustes en los cultivos debido a la variación de las estaciones y subidas del nivel del mar.

Los daños son ya evidentes. En la ría viguesa de Aldán, la presencia reciente de tortugas y peces luna, especies desconocidas entre los más viejos del lugar, ha puesto en aviso a marineros y científicos sobre los efectos del cambio climático. "Son síntomas evidentes de que el agua de estas costas se ha calentado en los últimos 10 años", explica el biólogo Ángel Guerra, del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo, organismo público dependiente del CSIC. Y es que los mares del planeta absorben diariamente entre 20 y 25 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono (CO2), según el último cálculo de la Agencia Oceanográfica y Atmosférica de EEUU. Y si las emisiones continúan en alza (a finales de 2004 España había multiplicado casi por tres sus vertidos de gases invernadero, el mayor incremento dentro de la Unión Europea) el pH de los océanos disminuirá en 0,4 unidades para 2100. Aunque al ritmo que vamos, no habrá que esperar tanto. El algunas áreas del Cantábrico y del Atlántico, donde la pesca ya ha comenzado a dar muestras de debilidad, las reservas de plancton se han visto mermadas debido, precisamente, al aumento de acidez de las aguas.

El lujo del mañana se llamará pescado.

LA TIERRA

José Ramírez, agricultor.

El 45% del suelo es infértil. Este año las pérdidas en la agricultura superan los 1.000 millones. El campo consume el 80% del agua del país.

Nada nos ata más a la tierra que los alimentos. Los campos, sin embargo, están cada día más enfermos. Secos. Faltos de oxígeno. Sin la fortaleza suficiente para hacer frente a las plagas. La sequía de los últimos meses, la mayor en 60 años, ha traído pérdidas multimillonarias a la agricultura española, muy dañada por los fríos extremos de enero y febrero pasados. El último golpe lo ha dado el huracán Vince. "En mi vida había visto nada igual. Estamos desconcertados", se queja José Ramírez. El algodonero de Lopera lleva el cuerpo empapado en agua. El Vince, llegado del Atlántico en forma de tormenta tropical (entró el 9 de octubre por las costas gallegas), no ha parado de descargar con furia sobre los sembrados próximos a Jaén. También en el sur de Extremadura, Córdoba, Castilla-La Mancha y norte de la Península. Como agua de mayo, para algunos; una catástrofe, se quejan otros.

José, 63 años, dice no entender nada del efecto invernadero. "Tendrán razón, sí, pero yo sólo fui a la escuela". Es de los que piensan, como muchos del pueblo, que el clima va a peor. "Se ven cambios muy raros en las cosechas, en los pájaros. Antes, con sólo mirar al cielo, sabías lo que iba a pasar al día siguiente, y al otro, y al otro. Ahora, estamos más desamparados que nunca", se queja. Y como él, los demás agricultores de Jaén, aceituneros, gente del maíz, del algodón... Por eso, cuando se le interroga sobre el futuro, José Ramírez se muestra rápido e irónico: "¿Yo? Presidente de algo importante que dé dinero. Así no tendré que levantarme todos los días a las seis de mañana". Y remata: "Aunque no creo que tal cosa ocurra. A este paso, el clima acabará con todos nosotros".

EL MAR

Jesús Peret, pescador.

Las capturas de merluza, anchoa y sardina han disminuido un 32%. El nivel del mar en Galicia subirá medio metro en este siglo.

Jesús lleva 30 años tirando de redes y sedal. Y en todo ese tiempo ha visto peces de todos los tamaños y colores. No en vano, desde que tenía 14 años, ni un solo día ha dejado de faenar en el Cantábrico. "Lo conozco tanto o mejor que la palma de mi mano", dice. Quizás por eso, cuando se le pregunta por las capturas, el veterano pescador pone cara de preocupado: "El mar, ahí abajo, anda muy revuelto". Y no es de ahora. En Puerto de Vega, localidad asturiana próxima a Luarca, los lamentos corren en voz baja. De boca en boca. "Cada vez pescamos menos. Si esto sigue así, tendré que cambiar de oficio", murmura Antonio. "Yo creo que es la temperatura. El agua está tan caliente que los peces no la resisten y dejan de criar", tercia otro marinero. Son las cuatro de la tarde y en la lonja de Puerto de Vega, donde Jesús descarga, está a punto de comenzar la última subasta del día. Curiosamente lo que más abunda es la palometa. 800 kilos en una jornada normal. Una rareza. "Ni yo, que tengo 52 años, la había visto nunca por aquí", asegura nuestro pescador. Todos lo achacan al cambio climático. De hecho, la presencia de este carnívoro de aguas templadas, cuyos primeros ejemplares fueron capturados a mediados de julio, se explicaría, según los biólogos, por el drástico vaivén de temperaturas que hoy registra el mar Cantábrico, con diferencias de hasta tres grados centígrados.

El naturalista asturiano Luis Laria, director y alma máter del Centro de Recuperación de Especies Marinas de Luarca, más de una vez ha sido testigo directo del desbarajuste ecológico que amenaza al Cantábrico. "Especies que antes sólo se veían por Gibraltar o por el Ártico, ahora están por esta zona. Por ejemplo, focas comunes. Esto era impensable hace dos o tres años", explica mientras le hace la necropsia a un calamar gigante de 14 metros de largo. Había caído en la red de un pescador asturiano. "Cuando me lo trajeron", recuerda Luis, "estaba reventado. Otros, a veces, llegan ciegos y desorientados".

EL BOSQUE

Daniel De Diego, leñador.

El 15% de los árboles (España tiene 14,4 millones de hectáreas de superficie de bosque) sufre plagas de hongos, insectos y virus.

Daniel tiene 27 años y desde los 11 es leñador. Aprendió de su padre. Y del bosque, para él, su escuela y su recreo. "El escenario de mi infancia, de mis juegos de adolescencia y juventud", admite el joven cortador segoviano. Un bosque animado que, hoy, Daniel ya no reconoce. "Está lleno de plagas, enfermo de contaminación, falto de agua. Los bichos lo están devorando poco a poco". Se refiere a los depredadores que pululan bajo las arboledas, escarabajos perforadores de troncos que, de un tiempo a esta parte, se han convertido en los mayores enemigos de los pinos, los castaños y cuantas especies se ponen a tiro de sus insaciables estómagos. "Atacan de arriba abajo, donde circula la savia, de modo que el árbol crece muy raquítico o se seca". Un mal para el que no existe una explicación única. Aunque, como buen observador, Daniel tiene su versión: "El clima de ahora trae estas cosas. Hoy lo comentaba mi padre. Los árboles crecen más raquíticos que nunca, o se secan durante su desarrollo. Y la tierra, Dios mío, parece agotada. Pero nadie toma medidas". Año trágico para el paisaje. Y no sólo por las plagas. Durante 2005 han ardido más de 170.000 hectáreas de superficie forestal. La mayoría, pinares (una curiosidad: el pino, la especie más plantada en España, empieza a dar muestras de adaptación a las nuevas condiciones climatológicas. Sus pinchudas hojas alargadas tienen cada vez menos superficie, lo que les hace menos vulnerables a los rayos del sol o a las heladas).

El joven leñador habla de otros peligros más visibles y devastadores. Del cambio en las precipitaciones, más escasas e intensas que nunca. "Vamos hacia un periodo de lluvias monzónicas que traerá la desaparición de muchas especies vegetales. Sobrevivirán sólo las más austeras, las que mejor sepan adaptarse. Es la ley. ¿Ve alguien tantas amapolas como antes en los bosques? No me cabe la menor duda de que las tormentas extremas cambiarán —ya lo están haciendo— la fisonomía de los montes". ¿Adiós a los leñadores? "Quedan pocos en el oficio y que sean responsables", dice Daniel apenado. "Desapareceremos en poco tiempo. Pasará como con la pesca. Los bosques ya no serán lugares sanos, sino lugares propicios para las plagas. Y cuando esto ocurra, todos miraremos al firmamento en busca de una explicación. Lo malo es que, quizás, ya sea tarde".

LOS GLACIARES

Carlos Caracedo, alpinista.

Los glaciares españoles han mermado un 80%. Hacia 2050 podrían desaparecer. Los de Sierra Nevada ya se han derretido.

"¿Veis aquella ladera de la izquierda totalmente descarnada? Antes estaba cubierta por un enorme manto blanco". Carlos, nuestro guía, sabe de qué habla. En 1990, cuando empezó a escalar el Aneto, el más grande y emblemático glaciar de la Península, tenía unas 200 hectáreas. Hoy no queda ni la mitad. A poca distancia del Aneto, entre picos y laderas peladas, el montañero nos conduce hacia las proximidades de otro glaciar, el Madaleta. Antaño imponente, hoy también se derrite víctima del calor, a casi 3.000 metros de altitud. "No lo había visto tan mal como este año", se lamenta Carlos Caracedo. A pesar de su juventud (tiene 39 años), este profesor de la Escuela Española de Alta Montaña lleva más de tres lustros pateando las cumbres. Y en todo ese tiempo ha sido testigo de grandes deshielos. Aunque nada comparable, dice, a lo que está ocurriendo ahora. "Los glaciares se han vuelto peligrosos. La nieve no se consolida como antes. Las grietas que quedan al aire son tan profundas que nos hemos visto obligados a cambiar los itinerarios habituales". Resulta difícil visualizar lo que supone el aumento de un grado de calor. Pero si se aprecia el retroceso de un glaciar en una fotografía se puede comprender la magnitud del cambio climático. El fotógrafo Chema Conesa despliega un grabado del Madaleta, realizado en 1876, y lo compara con el paisaje que aparece ante nuestros ojos. La imagen resulta sobrecogedora. No parece el mismo. El suelo firme, como las rocas, está desnudo. El montañero, que no para de señalar las zonas calientes del macizo, no duda: el Madaleta ha perdido al menos un par de kilómetros de hielo. Y más de un metro de espesor entre 2000 y 2003. Carlos, que no culpa sólo al cambio climático, teme que a medio plazo la situación empeore. "Cuanto más tarde llega la nieve, más improbable es que perdure. Si el tiempo es demasiado cálido en noviembre y diciembre, como en los últimos años, no habrá tampoco temporada de esquí. Y sin nieve, los glaciares seguirán retrocediendo".

LAS RADIACIONES

Julián Sánchez, socorrista.

Los quemados han aumentado un 60%. El agujero de ozono tiene el tamaño de Europa. Los casos de melanoma crecen un 30% cada cinco años.

Nos quejamos de que el sol pica. De que calienta más que nunca. Cada año, miles de españoles lo sufren en piel propia: 80.000 nuevos casos de cáncer cutáneo. Más melanoma cada verano. Infecciones en la piel. Envejecimiento prematuro... "He visto un bebé abrasado, y eso que estaba sentado debajo de una sombrilla. Fue lo peor que me ha pasado. El dolor era tan fuerte que el pequeño no soportaba ni las cremas". Habla Julián Sánchez, 43 años, socorrista de la Cruz Roja y profesor de primeros auxilios. Uno de esos tipos experimentados —lleva 20 años de oficio— a los que ya nada sorprende. O casi nada. "El sol me da cada vez más miedo", asegura. Supo de su cara menos amable en las playas de las islas y en las pistas de esquí. "A la gente le hablas del agujero de ozono, y como si nada. Piensan que lo único que pretendes es asustar. Pero nunca en las consecuencias. Creen que, por el simple hecho de tomar el sol, no pueden enfermar de un cáncer o de una dermatitis aguda".

No es una exageración. Antes de empezar a patrullar costas y piscinas, los voluntarios de Cruz Roja han de pasar un entrenamiento específico sobre protección solar. "Lo que más tratamos son quemaduras, algunas muy graves", explica Julián. Y de nuevo sale a colación el ozono. Diez millones de kilómetros cuadrados de este gas, un tamaño similar al de Europa, han desaparecido ya de la estratosfera a mediados de agosto. El sol pica, sí, y hasta puede llegar a matar. "Cada vez que el agujero aumenta, el trabajo se nos acumula en los meses de más calor, no falla", explica el socorrista.

En previsión de un aumento de la radiaciones solares ultravioleta, la Cruz Roja holandesa ha puesto en marcha un departamento especializado en la lucha contra el cambio climático. Se trata de una iniciativa pionera en el mundo de las ONG’s, en la que también participa España. "Los datos sobre los efectos del sol en los próximos años son preocupantes", explica el doctor Carlos Urquía, de Cruz Roja España. "De aquí a mediados de siglo, los cánceres de piel, las alergias y otras enfermedades cutáneas irán a más". A Julián, el socorrista, el sol le ha cambiado. "Miro los partes meteorológicos, los datos de los satélites... Incluso los días de más calor, cuando el sol escuece de verdad, además de las cremas, procuro llevar el cuerpo bien tapado". Predica con el ejemplo.

 


  Fuente: El Mundo Magazine

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