La Secretaría de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, por intermedio de la Dirección General de Control de la Calidad Ambiental, inauguró la segunda estación de monitoreo del aire, ubicada en el laboratorio de ensayos de materiales del gobierno porteño, en el parque Centenario. La unidad, que demandó una inversión de 600.000 pesos, tiene la característica de ser transportable.
25/09/2005
Se sabe que la polución del aire está determinada, de manera mayoritaria, por los gases expelidos por el parque automotor, generador del 90 por ciento de esos fluidos contaminantes, entre los cuales el monóxido de carbono figura como uno de los más significativos y, por ende, agresivos, junto con los óxidos de nitrógeno o las micropartículas suspendidas, cuyos dañinos efectos sobre la respiración humana son ampliamente conocidos.
El objetivo final de este plan es llegar a disponer de una red de monitoreo que debe completarse con dos estaciones más. La estación del parque Centenario estará operada por 12 personas, funcionará las 24 horas, durante todo el año, y está equipada con tecnología de última generación. Se suma a la ya instalada en Ortiz de Ocampo y avenida Las Heras, en Palermo, y se completará con las previstas para los barrios de La Boca y Barracas.
Las autoridades porteñas señalan que las mediciones realizadas hasta el momento indican que no existen motivos para la alarma, pero que, de todos modos, deben extremarse las precauciones para evitar que se produzcan cambios desfavorables. No obstante, otras pruebas, efectuadas por entidades privadas independientes e igualmente competentes, demuestran que los niveles de polución ambiental dentro del área urbana son elevados y subrayan la
necesidad de tomar en serio este problema de las grandes metrópolis.
Buenos Aires tiene el privilegio de ser una ciudad de llanura, barrida por vientos que impiden lo que es corriente en las urbes encajonadas -tal como sucede en Santiago, Chile, por citar un ejemplo- en las cuales la acumulación de gases contaminantes se ha convertido en un problema realmente grave, sobre todo por la falta de recursos relativamente fáciles para revertir la situación. Pero hasta esa circunstancia positiva está siendo superada
por el desmesurado crecimiento del parque automotor y, asimismo, por la falta de medidas preventivas eficientes.
Vendría a ser el caso de los sistemas de transporte alternativos. La ampliación de la red de subterráneos, ya en marcha -aunque con notable retraso, por la cantidad de años en que no hubo ningún avance en ese sentido- podría llegar a ser una respuesta altamente recomendable, que ayudará, además, a limitar las consecuencias de un tránsito urbano que no se caracteriza por su orden ni por su seguridad. Sin embargo, todavía deberá pasar mucho
tiempo antes de que el subte se convierta en el medio de transporte urbano por excelencia y la polución ambiental, en cambio, requiere que se la ataque de inmediato. No en vano y tal como lo ha venido sosteniendo LA NACION en esta columna editorial, la corrupción existente en el área del transporte automotor de pasajeros ha impedido el recambio de las unidades propulsadas por motores a nafta o diesel por vehículos movidos mediante el empleo del
gas natural combustible.
Correspondería, pues, que las autoridades informasen amplia y debidamente al público acerca de los peligros implícitos en la contaminación ambiental -implacable enemiga de la salud pública-, cuáles serían las medidas más urgentes para contrarrestarla y cuáles serían, también, las políticas de Estado previstas con el excluyente objetivo de lograr su definitiva erradicación.
Fuente: La Nación
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