"China es el segundo mayor emisor de dióxido de carbono a la atmósfera. Necesita explorar todas las opciones energéticas posibles", explicó Jurgen Sanders, consejero científico de la Comisión Europea en China y uno de los promotores del proyecto.

Con un presupuesto inicial de 100 millones de euros (124 millones de dólares) sólo para la fase de investigación y un coste estimado de varios cientos de millones de euros, la "planta modelo" podría empezar a generar energía en el año 2020.

Será una central eléctrica cara (la electricidad costará más de lo normal), con un mecanismo avanzado que atrapará el dióxido de carbono y lo introducirá bajo la tierra, sellándolo y evitando que salga a la atmósfera, dijo.

Esta nueva tecnología "de captura y secuestro del CO2" ya ha sido utilizada en algunos proyectos piloto en la UE con otros combustibles (no carbón), pero hasta ahora no ha sido aplicada a una gran fábrica de generación eléctrica.

Tanto la UE como China, EEUU y Japón trabajan sin tregua en la investigación de esta tecnología, que podría ser una solución, al menos temporal, para las emisiones de gases a la atmósfera, aunque queden atrapados bajo la tierra.

"Hay quienes creen que es mejor almacenar el CO2 bajo el mar", explicó Sanders, aunque otros expertos opinan que el dióxido de carbono que existe en el subsuelo de forma natural es abundante, por lo que no supondría un riesgo.

"Aún estamos en la fase inicial y es difícil saber cuál será el resultado final", opinó Sanders, quien el pasado lunes supervisó la firma del acuerdo de colaboración en materia climática durante la cumbre bilateral UE-China presidida por el primer ministro chino, Wen Jiabao, el británico, Tony Blair, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso.

Esta fábrica, cuya ubicación definitiva aún está por decidir, podría catapultar a la vanguardia a las empresas de la UE, que "ya desde hace años participan activamente y con éxito en el desarrollo del sector energético en China".

"Para nuestra industria, es bueno penetrar con la tecnología más avanzada en China, porque este es el mercado del futuro", opinó Sanders.

Grandes firmas como Siemens, Alstom, EDF, BP, Shell o ABB tienen ya negocios en el campo de la energía en China, pero muchas otras podrían unirse a este gran proyecto conjunto, que por primera vez dará una solución a los gases que China no está obligada a limitar según el Protocolo de Kioto, por ser un país en vías de desarrollo.

China, que todavía hoy depende del carbón para generar el 70 por ciento de su energía, ha iniciado sin embargo un ambicioso plan para reducir las emisiones de sus antiguas centrales e instalar filtros de óxido sulfúrico y óxido de nitrógeno en las plantas nuevas.

Precisamente aquí, el Instituto de Química Aplicada de Changchun y el Mengxi Hi-Tech Group, han desarrollado una tecnología que utiliza el CO2 sobrante para producir materiales plásticos biodegradables, pero todavía resulta económicamente poco rentable.

Al igual que el resto de países, Pekín intenta lograr un equilibrio entre el coste de producción de sus centrales eléctricas, su eficacia y la contaminación.

Muestra de la preocupación de Pekín es el frenesí por la construcción de plantas nucleares, ya que en círculos científicos se habla de cien nuevos reactores para las próximas décadas, según Sanders.

Las energías renovables, en las que España es pionera a nivel mundial y con creciente implantación en China, son también una alternativa para Pekín, cuya sed de recursos ha disparado los precios en el mercado internacional en los últimos años.

Con un crecimiento medio del 9 por ciento durante las dos últimas décadas, el gigante asiático ha sufrido un aumento exponencial en su consumo de carbón, petróleo, acero y hierro, que devoran sin descansar sus 1.300 millones de habitantes y los millones de cadenas de producción en la "fábrica del mundo".