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ago 23, 2005

¿Qué reemplazará al petróleo?


Las persistentes alzas en los precios del petróleo en los mercados internacionales, debidos en buena parte a una creciente demanda, suscitan el interrogante sobre la escasez de este producto y sobre las posibilidades de las economías industrializadas para gestionar una transición no traumática hacia otras fuentes energéticas.

23/08/2005

Vaya por adelantado que la pregunta formulada no tiene, hoy por hoy, respuesta. Se trata de una de las veinticinco cuestiones de mayor impacto para el futuro inmediato de la humanidad sobre las que la ciencia admite su ignorancia. Así lo recoge un número especial de la revista Science editado con motivo de su 125 aniversario bajo el sugerente título de ¿Qué es lo que no sabemos?

En el transcurso del último siglo la humanidad ha sido capaz de ir sustituyendo y diversificando progresivamente sus fuentes de energía primaria: la biomasa tradicional (leña, residuos agrícolas y ganaderos) fue cediendo protagonismo al carbón; éste, al petróleo y, desde hace unas décadas, el gas natural está ganando terreno. En cualquier caso, las sucesivas transiciones energéticas nos han abocado a una excesiva dependencia de los combustibles fósiles. Actualmente, estos representan el 80% de la energía primaria consumida en el mundo, con el petróleo en cabeza (36%) seguido por el carbón (23%) y el gas natural (21%).

La energía nuclear de fisión no ha podido hasta la fecha responder a las enormes expectativas generadas en la década de los 70, cuando llegó a afirmarse que sería tan barata que no merecería la pena facturarla. Por su parte, las energías renovables, con la excepción de la hidráulica, se encuentran en los albores de un futuro que parece prometedor.

Renovables y tecnología

Pocos dudan hoy en día del potencial de crecimiento de las energías renovables y de los biocombustibles. Sin embargo, no hay que llamarse a engaño. Si no se produce una inminente y espectacular revolución tecnológica, es obvio que durante un largo periodo de tiempo no podremos apañarnos sin petróleo, gas y carbón. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) pronostica en su Escenario de Referencia que durante el periodo 2002-2030 la demanda global de energía primaria se incrementará en un 60%, lo que significa un aumento de 6.142 millones de toneladas equivalentes de petróleo, cifra que equivale a cerca de dos tercios de la demanda actual. Según la AIE los hidrocarburos absorberán alrededor del 85% del citado incremento y el petróleo seguirá siendo la energía primaria más utilizada: a pesar de que su contribución porcentual al total de la demanda mundial descenderá del 36% al 35%, su consumo aumentará anualmente un 1,6%, pasando de 77 millones de barriles diarios (Mb/ d) en el 2002 a 121 Mb/ d en el 2030.

Estas previsiones no deben tomarse como una predestinación. Más bien como un aviso de hacia dónde nos conduce la rutina actual en materia de políticas gubernamentales, condicionantes macroeconómicos, crecimiento demográfico y desarrollo tecnológico. De hecho, tal rutina podría verse seriamente alterada por las decisiones políticas derivadas de las respuestas que la ciencia dé a dos cuestiones fundamentales: ¿cuándo se alcanzará el cenit en la extracción mundial de petróleo (o "peak oil")? y ¿cuál es la magnitud del impacto sobre el clima terrestre inducida por la combustión acelerada de los combustibles fósiles?

Respecto a la primera pregunta apenas existen discrepancias sobre el hecho de que a medio plazo la oferta de petróleo no podrá seguir el tirón de la demanda global. De hecho, la incógnita a despejar se limita a precisar cuánto tiempo nos queda para gestionar sin traumas los riesgos derivados de la nueva situación. El consumo global de crudo ha venido incrementándose anualmente de tal forma que en la actualidad se bombean del subsuelo cerca de 1000 barriles (o 160.000 litros) de petróleo por segundo. Los geólogos e ingenieros del petróleo tienden a mostrarse algo escépticos sobre la sostenibilidad de este ritmo, poniendo el acento en que la experiencia les demuestra que la historia de la extracción en una región se ajusta razonablemente a una curva en forma de campana (la curva de Hubbert) cuyo punto de inflexión coincide aproximadamente con el momento en que la mitad del crudo recuperable ha sido ya bombeado. Pasado este momento, la extracción entra irreversiblemente en declive, sin que la inyección de nuevo capital y las mejoras tecnológicas puedan invertir esta tendencia.

Los economistas suelen mostrarse algo más optimistas, argumentando que el futuro del suministro de petróleo no es una cuestión exclusivamente ligada a lo que sucede en el sino también a la evolución de la situación política, las inversiones y el desarrollo tecnológico (los denominados "recursos de superficie"). En cualquier caso, la diferencia entre la previsión de los que ven la botella medio llena y los que la ven medio vacía es solo de unos 30-40 años: un lapso que abarca desde el fin de la presente década hasta cerca de mediados de siglo.

No cabe duda, pues, que el tiempo apremia a la hora de planificar la mitigación del impacto del cénit de la extracción de petróleo y la sustitución progresiva del combustible que mueve el 95% del transporte global. Estas tareas podrían encararse mediante el despliegue de un plan de choque que contemplara una combinación de medidas políticas y la utilización de nuevas tecnologías. El abanico de posibilidades podría incluir: una decidida apuesta por el ahorro y la eficiencia energética, el impulso del uso de la electricidad tricidad en el transporte público y privado (coches híbridos), la mejora sustancial de los porcentajes de recuperación del crudo en los yacimientos, la definitiva puesta a punto de las células de combustible de hidrógeno y avances en la síntesis y comercialización de combustibles líquidos elaborados a partir de biomasa, gas natural, carbón y otros hidrocarburos no convencionales (petróleos pesados, arenas asfálticas y pizarras bituminosas).

El impacto negativo de las emisiones de dióxido de carbono procedentes de la quema de combustibles fósiles sobre el calentamiento global es ya una hipótesis ampliamente aceptada en los foros internacionales. De hecho, para muchos científicos las cuestiones clave a responder en estos momentos son la magnitud y rapidez del cambio climático en el que estamos inmersos. Esto significa que a los quebraderos de cabeza aparejados al ocaso de la era del petróleo podrían sumarse los derivasubsuelo, de la necesidad de mitigar y adaptarse sin más dilación a dicho Algo que, entre otras medidas, implicaría una reducción de la utilización de los hidrocarburos o, de otra manera, acometer en tiempo record la transición hacia un nuevo modelo energético.

¿Qué sabemos de dicho modelo? Tan solo podemos suponer que tendría que apoyarse en la energía nuclear y en las renovables. Respecto nuclear, la de fusión, si es que vez podemos dominarla, aún lejana y la de fisión debe los problema de la eliminación de los residuos radioactivos y escasez de recursos de uranio. lo que respecta a las energías renovables, habrá que seguir avanzando en el camino ya emprendido y empezar a girar nuestra vista hacia astro rey. No en vano, cada año el envía a la superficie terrestre cantidad de energía 6600 veces superior a la usada por los humanos.

 

  Fuente: La Vanguardia

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