Se trata de una nueva forma de contaminación, poco conocida y tenida en cuenta, pero que afecta tanto a la naturaleza como a la propia salud de los seres humanos. La contaminación lumínica se produce por el lanzamiento masivo de luz artificial al cielo. Esta luz es dispersada en todas las direcciones por las partículas presentes en el aire, produciendo una disminución de la oscuridad natural del cielo nocturno.

15/08/2005

Para ver este efecto basta que nos alejemos unos kilómetros de los núcleos urbanos, un halo resplandeciente se asienta sobre la urbe. La contaminación lumínica se produce sobretodo en las ciudades debido al uso ineficaz de la iluminación. Los rótulos luminosos, las farolas que irradian la luz hacia el cielo y la iluminación desmesurada de centros comerciales, polígonos industriales y zonas de ocio y deporte hacen que los núcleos urbanos queden bajo una capa de luz poco beneficiosa. Algunas grandes ciudades sólo ven el 2% de las estrellas debido al mal uso de la luz pública.

Las zonas rurales tampoco se libran de esta contaminación, la cada vez mayor proliferación de chalets y urbanizaciones de segunda residencia hace que los valles y montañas se vean cubiertos por infinidad de pequeñas luces, parece que las estrellas del cielo hayan caído al suelo.

Pero los efectos de esta contaminación no son sólo puramente estéticos, también hay que tener en cuenta las consecuencias negativas que tiene sobre la propia naturaleza, plantas y animales ven alterado su ciclo vital formado por día y noche. Numerosos estudios han puesto de manifiesto que el exceso de luz emitida desorienta a las aves migratorias que en sus viajes suelen orientarse por las estrellas. En algunos sitios, las poblaciones de tortugas que nacen en playas confunden las luces de poblaciones costeras con las crestas de la olas lo que les conduce tierra adentro.

Tampoco podemos pasar por alto los efectos que este exceso de luz tiene sobre la salud de las personas, pudiendo ocasionar alteraciones del sueño y deslumbramientos momentáneos.

Se estima que con una iluminación correcta de las ciudades y núcleos urbanos, en España se podrían ahorrar anualmente unos 250 millones de euros. El sobreconsumo de electricidad no debemos obviarlo, además de por el gasto innecesario, por el efecto invernadero, y la generación de residuos. Los kilowatios que se envían al cielo no sirven para nada, pero igualmente hay que pagarlos.

Indudablemente nuestras ciudades están asociadas a la vida nocturna, aunque si que podemos tomar una serie de medidas para intentar reducir la contaminación lumínica como son las siguientes: instalar luminarias que no dirijan la luz fuera de la zona a iluminar, utilizar lámparas de vapor de sodio, mantener un horario de apagado de la iluminación ornamental, no sobreiluminar e instalar reguladores de intensidad que permitan bajar la luz en horas de mínima actividad. Algunas regiones españolas ya tienen normas que regulan la iluminación que se puede usar y protegen el medio nocturno de la contaminación lumínica.

  Fuente: Larioja.com

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