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ago 2, 2005

El transporte aéreo entrará en el comercio de emisiones ¿por qué?


Los últimos datos de la Comisión Europea revelan que las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes del sector de la aviación se duplicarán para 2030. Unas previsiones poco halagüeñas si se tiene en cuenta que desde la década de los 90 la Unión Europea sólo ha conseguido bajar las emisiones en un 3 por ciento, mientras que las producidas por la aviación internacional han aumentado hasta un 73 por ciento.

02/08/2005

Un sólo vuelo de ida y vuelta entre Madrid y Nueva York origina tantas emisiones como la calefacción, luz y cocina de un hogar durante un año. Los aviones emiten ocho veces más dióxido de carbono por pasajero que un tren y cualquier trayecto internacional contribuye dos veces más al calentamiento del planeta que la contaminación producida al año por un conductor. Cualquiera de los anteriores ejemplos ilustra sobremanera las consecuencias ambientales del tráfico aéreo.

Cada día, unos 25.000 aviones surcan el cielo europeo. Para más «inri», las previsiones apuntan a un incremento anual de los vuelos comerciales de un 5 por ciento y de un 7 para los de carga aérea. Lo que se traduce en un total de entre 1.400 y 2.300 kilómetros en avión por ciudadano y año. Un panorama que ha obligado a la Comisión Europea a replantearse la situación y a anunciar la posible inclusión del transporte aéreo en el sistema de comercio de emisiones de gases de efecto invernadero, que comenzó a funcionar a primeros de este año y que establece límites en las emisiones de dióxido de carbono con los que las empresas pueden negociar. Compran si necesitan más y venden si emiten menos.

Viajes a terceros países

Bruselas considera que ésto es posible y anda urdiendo los mecanismos para llevarlo a cabo: para no dañar la competitividad de las aerolíneas europeas, resulta viable jurídicamente incluir en el sistema de comercio de emisiones a todos los aviones que salen de los aeropuertos de la UE con destino a terceros países. La Comisión se apoya en los últimos datos de su informe, que revelan que estos vuelos son los responsables del 60 por ciento de las emisiones, mientras que los intracomunitarios representan el otro 40 por ciento.

El mensaje del responsable de Medio Ambiente, Stavros Dimas, ha sido muy claro: «es hora de que el sector de los transportes aéreos contribuya a luchar contra el cambio climático. Y esto debe hacerse aunque lleve consigo un ligero aumento de los billetes». Una subida que Bruselas ha estimado se situará en unos 9 euros por un trayecto de ida y vuelta. La posible decisión se apoya en la encuesta realizada a través de internet a cerca de 6.000 personas y 200 organizaciones y en la que el 82 por ciento de los encuestados se muestra a favor de atenuar los cambios climáticos originados por la aviación. Y lo cierto es que hasta el propio sector es cada vez más consciente de que hay que actuar. Los aeropuertos europeos han pedido la integración en el sistema de intercambio de emisiones a partir de 2008 y aunque las aerolíneas no comparten la misma postura, muchas apoyan la iniciativa.

La situación comienza a ser grave hasta el punto de que la Asociación británica por una Aviación Sostenible -integrada por British Airways, Virgin Atlantic, Airbus y el operador aeroportuario BAA- señala que «cualquier ahorro en las emisiones por vuelo quedará eclipsado por el enorme crecimiento en la previsión de viajes aéreos». Es decir, que las mejoras en la eficiencia energética no parece que sean muy útiles frente al creciente número de vuelos.

No obstante, esta Asociación se encuentra trabajando en la creación de un nuevo modelo de avión -que se espera esté listo para 2020- que reduciría a la mitad las emisiones de dióxido de carbono y la contaminación acústica y en un 80 por ciento las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx).

Si nos ceñimos al combustible, un viaje en avión consume cinco veces más que un viaje en tren. Por todo ello, las aerolíneas vienen animando desde hace tiempo a los pasajeros a realizar contribuciones voluntarias para compensar sus emisiones de carbón para destinarlas a diversos proyectos como «Bosques Futuros» y «Atmosfair» que, gracias a los fondos aportados por los viajeros, se llevan a cabo medidas para reducir el cambio climático, como la plantación de árboles.

Estelas de condensación

En el trayecto en el que uno vuela plácidamente y observa por la ventanilla el diminuto paisaje o se entretiene con la película de turno, gases y partículas están siendo emitidas directamente a la parte más alta de la troposfera y a la baja estratosfera, resultando, a estas alturas, mucho más perjudiciales: alteran la concentración de los gases de efecto invernadero, del dióxido de carbono (CO2). el ozono (O3) y el metano (CH4).

Pero además, los aviones contribuyen a la formación de estelas de vapor de agua conocidas como «cotras» que permanecen durante horas y que se comportan de la misma manera que las nubes de cirros a gran altura: atrapan el calor de la atmósfera favoreciendo el calentamiento global. Los expertos señalan que estas nubes pueden cubrir el 5 por ciento del cielo en las rutas aéreas sobre Europa, Estados Unidos y el Norte del Atlántico. Un problema que está siendo objeto de estudio por un por un equipo de científicos del Imperial College de Londres y cuyos primeros resultados apuntan a que se podría minimizar la formación de cotras volando a niveles atmosféricos más bajos.

El informe señala que en verano -cuando el aire es más cálido- los aviones deberían volar a 9.500 metros como máximo. En invierno -cuando el aire es más frío y la formación de cotras es más probable- el techo de vuelo no debería superar los 7.300 metros. Los científicos sugieren la posibilidad de que los aviones, que ya miden las condiciones exteriores del aire, incorporen un sofware que mida la formación de estas perjudiciales nubes.

El estudio sugiere la necesidad de un cambio en las rutas con el fin de evitar la formación persistente de cotras y analiza si son más perjudiciales los vuelos cortos o largos. Así, si se piensa que los trayectos cortos son más perturbadores del medio ambiente debido a la alta cantidad de combustible que se necesita para el despegue y el aterrizaje, el informe revela que no, debido a que no suelen alcanzar la altitud en la que se forman las cotras.

Cifras, datos, estudios... que hacen evidente la necesidad de incluir a la aviación en la Directiva de Comercio de Derechos de Emisión. Una decisión que la Comisión Europea hará pública después del verano.

 

  Fuente: ABC.es

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