Hace unos días, un grupo de investigadores publicaba en 'Nature' el muy remarcable descubrimiento de que las plantas terrestres emiten cantidades muy considerables de metano a la atmósfera.

Esta noticia es sorprendente por dos razones. Primero, por inesperada: nadie sabía que las plantas, en condiciones fisiológicas normales, produjeran este gas. Y, luego, porque las cantidades de metano liberadas son verdaderamente grandes: podrían constituir entre un mínimo del 10% del metano soltado anualmente a la atmósfera y un máximo del 30%, unos valores en absoluto despreciables.

¿Qué importa la producción por las plantas de esta sustancia que muchos conocemos solo porque la quemamos en nuestras cocinas y calentadores o por las recientes 'guerras del gas natural'? Pues resulta que, después del dióxido de carbono, es el más importante de los gases que producen el efecto invernadero, cuya acumulación atmosférica es, al menos en parte, la causa del calentamiento global, el subsiguiente cambio climático y, por lo tanto, de todo el desastre en el sistema ecológico que se deriva de él. Con otras palabras, el aumento de metano en la atmósfera empeora la situación medioambiental.

Otras fuentes

Los expertos creían que conocían bastante bien cuáles eran las fuentes de metano. En primer lugar, las tierras pantanosas, los humedales -incluidos los arrozales-, donde las bacterias producen cantidades ingentes del gas, algo así como unos doscientos millones de toneladas de metano al año. La segunda fuente en importancia es el aparato digestivo de los rumiantes, unos 93 millones de toneladas anuales de metano liberados al aire en forma de ventosidades y eructos de vacas y similares. Las termitas son otros grandes productores de metano (20 millones de toneladas al año) y hay otras fuentes más variables: la quema de biomasa, los escapes de los lugares en los que se produce o las propias pérdidas desde el suelo.

También parece razonablemente claro cómo desaparece el metano de la atmósfera. Casi en su totalidad, por oxidación; luego también se pierde algo hacia el espacio exterior y, también, lo captura el propio suelo. Así, en condiciones normales y un año con otro, prácticamente se ha mantenido equilibrada la cantidad de metano en la atmósfera, donde por otra parte desempeña un papel fundamental en la química. Pero durante los últimos doscientos años, debido a la actividad industrial, las cantidades atmosféricas de metano se han triplicado. Y como al mismo tiempo se han elevado también muchísimo las cantidades de dióxido de carbono en el aire, ha aumentado la intensidad del efecto invernadero y se está produciendo el calentamiento global y, por lo tanto, el cambio climático.

Las personas comprometidas con el medio ambiente están muy inquietas. Incluso los políticos se preocupan un poquito, o dicen que se alarman. Los protocolos de Kioto, por ejemplo, instan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Por esto, estimulan la reforestación -al haber más árboles, se tomará más dióxido de carbono de la atmósfera- y recomiendan un tamaño adecuado en las cabañas ganaderas de ovejas, vacas y otros rumiantes.

En este panorama, nada optimista, aparece el artículo de 'Nature'. Las plantas producen metano. Lo que nos faltaba: puede resultar, por ejemplo, que la reforestación no servirá para reducir los gases de efecto invernadero. Por supuesto que reducirá la cantidad de dióxido de carbono, pero aumentará la cantidad de metano. Quitemos, pues, ovejas y vacas y en los prados plantemos árboles. El equilibrio tampoco se alcanzará. ¿Vamos a seguir eliminando bosques tropicales porque como son fuente de metano tampoco son tan buenos como creíamos? El conflicto de intereses ha aumentado y no queda más remedio que replantearse todo el problema medioambiental de los gases de efecto invernadero.

Otras observaciones

Las únicas noticias positivas de esta historia son que permiten explicar otras observaciones anteriores. Gracias a los análisis espectrográficos de la atmósfera realizados desde los satélites artificiales, los científicos habían comprobado cómo, por encima de las grandes masas forestales, aparecían grandes concentraciones -'plumas'¯ de metano. Nadie había podido explicar su origen. Ahora la sabemos, las plantas.

Tampoco se había podido explicar porqué en determinados momentos de la historia del planeta había habido grandes variaciones en las concentraciones atmosféricas de metano. Las indicaciones más precisas sobre los climas antiguos se obtienen mediante el análisis del aire contenido en las pequeñas burbujas de los hielos polares: las cantidades de metano contenidas en estas burbujas podrían representar también la productividad vegetal de la época.

Y quedan, en el aire, muchas preguntas. Por ejemplo: ¿Cómo ha podido pasar desapercibida durante tantos años una fuente de metano tan importante como ésta?, y ¿cómo y para qué producen metano las plantas?

 Fuente: El Norte de Castilla

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