«Lo peor es por la noche, el gas que suelta y los daños que supone para el medio ambiente», explica la presidenta de la asociación de vecinos del Ventorrillo, Rosa Barreiro, que reconoce que en varias de sus reuniones han abordado los daños colaterales que les ocasiona vivir en las proximidades de las instalaciones de Repsol.

Asegura que las cosechas de las huertas de la zona son un reflejo de los daños de la refinería y considera que debería haber más control para que los vecinos no se vean afectados por las emisiones a la atmósfera de la empresa.

Preocupación

«Deberían invertir más aquí, tener más sensibilidad con los vecinos, incluso les propusimos que tomasen medidas con su entorno más cercano como las casas de San José, que suponen un foco de inseguridad», asegura esta dirigente vecinal, que cuestiona que no haya ninguna compensación ni para ellos ni para la ciudad. «Ellos siempre nos dicen que la refinería es muy segura, pero no lo tenemos muy claro y deberían preocuparse más por la ciudad y los vecinos más próximos», puntualiza Rosa Barreiro, que matiza que las denuncias vecinales se han incrementado en los últimos tiempos.

«Ganando 1.600 millones al año deberían invertir más en la ciudad», considera otro vecino, aludiendo a que la petrolera obtuvo un beneficio neto de 1.612 millones el año pasado, un 724 % más que el año anterior. También coincidió al señalar que tanto los olores como los ruidos son mayores en horario nocturno.

Desde la asociación de vecinos de Bens, Mazaído, Comeanda, Gatón y Penamoa, su presidente, Antonio Conde, reconoce que la peor parte se la llevan los residentes más próximos a Nostián. Matiza que últimamente no ha recibido quejas por incidentes puntuales, pero que «o dos olores e o da contaminación é de sempre», señala casi resignado porque no se logra que los procesos productivos de la refinería no tengan repercusiones negativas para los vecinos de las proximidades. Asegura que les ocasionan molestias cuando saltan las alarmas de seguridad.

Conde reconoce que sí han recibido información del plan de evacuación de la refinería y que periódicamente se les enseña a los vecinos cómo interpretar los sonidos y cómo actuar en caso de una situación de emergencia.

Traslado para mejorar la seguridad en el puerto

Otro punto conflictivo de Repsol con A Coruña está en la terminal petrolera del puerto, ya que solo su presencia y el temor de una nueva catástrofe petrolífera que pudiera afectar a la ciudad fue lo que posibilitó que el Gobierno central respaldara en su día la construcción del puerto exterior. Las obras de punta Langosteira comenzaron en el mes de marzo del 2004, pero hasta octubre del 2013 no hubo acuerdo entre la Autoridad Portuaria y la petrolera para el traslado de las instalaciones.

La empresa no rechazaba que tenía que emprender la marcha, pero su presencia en el puerto interior estaba avalada por una concesión en vigor hasta el 2027.

Tras múltiples contactos y reuniones no exentas de polémica, el acuerdo se selló y se anunció que la petrolera verá compensado el adelanto de la marcha con 23,9 millones de euros. En su día, Repsol había cifrado entre 250 y 300 millones de euros el coste de cambio de ubicación, y había dejado en el aire quién debería asumir esa inversión. Ahora cifra la inversión en 124,6 millones y el plazo máximo de tiempo fijado para que Repsol esté operando en el nuevo puerto es abril del 2018. Allí dispondrá, con una concesión por 35 años, de una superficie de 350.000 metros cuadrados al final del proyecto.

La instalación vierte al agua y al aire múltiples sustancias tóxicas

La refinería de Repsol en A Coruña vierte grandes cantidades de tóxicos al aire y a las aguas próximas. Esa contaminación está controlada y autorizada por el Ministerio de Medio Ambiente para que se mantenga dentro de unos límites supuestamente tolerables para la salud de los trabajadores, los vecinos y las poblaciones a las que el viento o las corrientes llevan esos tóxicos. Aún así, las cifras de vertido que se pueden consultar en el Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes (PRTR España), publicado en la página web del Ministerio de Medio Ambiente, son en apariencia impresionantes. En un año la refinería genera kilos de metales pesados que se vierten al agua, desde 111 kilos de níquel hasta 22 de cadmio. La refinería también envía al agua cianuro, nitrógeno y cloruros. Por vía aérea la instalación emite enormes cantidades de dióxido de carbono, además de óxidos nitrosos y de azufre, monóxido de carbono y amoníaco, arsénico y también más metales pesados que incluyen cadmio, mercurio, zinc y níquel. En muchos casos las emisiones multiplican las cantidades mínimas que obligan a informar de ellas.

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