Categories: Noticias Ambientales
      Date: feb  3, 2019
     Title: El cambio climático está aumentando la frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos

Las extremas temperaturas por la parte alta y baja del termómetro sufridas en diversas partes del planeta forman parte de la variabilidad propia del tiempo, pero la inmensa mayoría de los estudios científicos señalan que esta polarización climática irá en aumento a medida que avance el siglo a causa del cambio climático. Y la vida, de humanos y demás seres vivos, será más difícil.



"El mes de enero ha estado marcado por un enorme impacto del tiempo en distintas partes del mundo, incluyendo un frío peligroso y extremo en América del Norte, récord de calor e incendios en Australia, altas temperaturas y lluvias intensas en partes de América del Sur y grandes nevadas en los Alpes y el Himalaya". Es una copia literal de una nota de prensa del pasado viernes de la Organización Meteorológica Mundial.

Bastan algunos detalles. EE UU está soportando esta semana las temperaturas más bajas registradas, con -48,9º, y los gélidos vientos rebajaron la sensación térmica una decena de grados más. Mientras, en Port Augusta, en el sur de Australia, superaron los 49º y en la templada Nueva Zelanda tuvieron varias noches tropicales la semana pasada. En Hochfilzen, en el Tirol austríaco, se acumularon 4,5 metros de nieve en los primeros 15 días de enero, algo que sucede cada 100 años. Días después, en el extremo oriental del Mediterráneo, un frente frío castigó con fuertes nevadas los campos de refugiados sirios. Y el 26 de enero, Santiago de Chile alcanzaba por primera vez desde que hay registros los 38,3º.

Instituciones tan prestigiosas como las Academias de Ciencias de EE UU (NAS) o el Consejo Europeo de Academias de Ciencia no solo han proyectado un aumento de la frecuencia e intensidad de diferentes fenómenos meteorológicos, también los han vinculado con el cambio climático. Un informe de la organización europea publicado el año pasado muestra que, mientras los eventos geofísicos como erupciones volcánicas, terremotos o tsunamis apenas han aumentado desde 1980, los episodios de sequías e incendios se han más que doblado o las inundaciones y las crecidas se han cuadruplicado.

¿Por qué el cambio climático está extremando el tiempo? En la base del fenómeno está un calentamiento global que se viene observando desde hace más de un siglo. El aumento se ha acelerado desde 1960 y la temperatura media mundial ha subido casi 1º. Las proyecciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático para este siglo van desde un incremento de apenas 1,7º hasta los 4,5º, dependiendo del escenario más o menos optimista de emisiones de CO2. Es este aumento de temperatura, que en regiones como el Ártico, es aún mayor, el que está trastocando el tiempo y son los fenómenos más dependientes de la temperatura en superficie los más alterados.

"Aumento en la intensidad de las tormentas, mayor severidad de las sequías, olas de calor, y, también, olas de frío", están, según el climatólogo estadounidense Simon Yang, entre los fenómenos meteorológicos extremos más alimentados por el calentamiento global. Yang, profesor de climatología de la Universidad Estatal de Utah publicó en 2017 con otros colegas el libro Climate Extremes: Patterns and Mechanisms.

La obra muestra que, aún siendo un proceso global, los distintos extremos son muy variables y de impacto regional. En general, en las zonas tropicales, el cambio climático está reforzando tendencias que vienen de antes, como una mayor intensidad de las lluvias al tiempo que una duración mayor de las sequías, como está sucediendo ahora en Australia. Mientras, en otras latitudes, se está produciendo una mayor frecuencia de eventos antes extraordinarios como tormentas locales, sequías o inundaciones.

"En la península ibérica, en el caso de que la temperatura global promedio suba en 3º, se estimó que las sequías extremas podrían a llegar a tener una duración de 7 meses si se usa como referencia el nivel de aridez del periodo entre 1970-2000", recuerda el hidrólogo del Centro Helmholtz para la Investigación Ambiental-UFZ de Leipzig (Alemania), el ecuatoriano Luis Samaniego, experto en sequías e inundaciones. "En Alemania, será alrededor de 3,5 meses. Por supuesto que, para Europa Central, dichos eventos serán catastróficos ya que ni la infraestructura ni los ecosistemas están diseñados o adaptados a dichos periodos de escasez", añade.

El impacto sobre la vida de tanto cambio también está siendo generalizado. "Un caso significativo es el creciente número de periodos anormalmente cálidos al principio de la primavera... que han dañado a los árboles florales al confundirles haciéndoles sentir que era más tarde de lo que realmente era y, cuando el tiempo vuelve a sus valores normales, las flores mueren", dice el profesor de la Universidad Estatal de Kent (EE UU), Scott Sheridan, que lleva años investigando las consecuencias de los extremos climáticos en la biodiversidad.

Antes de la penúltima ola de calor que sufrió Australia, en noviembre pasado, había en sur del continente unos 70.000 ejemplares de zorro volador de anteojos, un murciélago de gran tamaño. Tras seis de días con temperaturas máximas por encima de los 40 grados, había muerto un tercio de la especie. "Hemos documentado 31 casos de poblaciones que se han extinguido localmente tras un evento extremo, la mayoría tras ciclones y huracanes, pero también después de una sequía o inundación", relata en un correo el investigador de la Universidad de Queensland, Sean Maxwell, que en diciembre publicó un estudio sobre biodiversidad y fenómenos meteorológicos. Para él, no hay que esperar al futuro para ser testigos de cataclismos biológicos provocados por extremos climáticos.

En cuanto a los humanos, basten tres datos entresacados del último informe de la revista médica The Lancet sobre salud y cambio climático: Uno: hubo tantos días de ola de calor que, de media, cada humano sufrió al menos 1,4 días extremadamente cálidos. Dos: 30 países han visto reducir sus cosechas tras una década de aumentos. Y tres: en 2017 hubo al menos 712 fenómenos climáticos extremos que provocaron unas pérdidas estimadas de 284.000 millones de euros, el triple que en 2016.

Sin embargo, ni las evidencias climáticas, ni los datos de su impacto en la salud ni las estimaciones del coste económico parecen hacer mella en los escépticos climáticos. En los convencidos, ni siquiera experimentarlas en primera persona se impone a las creencias.

En septiembre pasado, un grupo de científicos británicos y estadounidenses publicaron un inusual estudio sobre extremos climáticos e ideología. Entrevistaron a 3.000 estadounidenses sobre sus experiencias con extremos climáticos en los últimos cinco años. El 22% había sufrido ya antes un vórtice polar como el actual, casi la mitad al menos un episodio de sequías, un 20% un tornado, casi un tercio alguna inundación y un 17% un huracán. "No encontramos pruebas consistentes de que alguno de estos eventos afectara a las posiciones sobre el clima en EE UU a largo plazo", recuerda en un correo el principal autor del estudio, el sociólogo de la Universidad de Exeter, Benjamin Lyons, interesado en la percepción social del clima y su reflejo en los medios. Bienvenidos a la era de los extremos climáticos.

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