Categories: Noticias Ambientales
      Date: may  4, 2018
     Title: La contaminación del aire puede retrasar la aparición del primer periodo, según estudio

Un estudio, realizado por expertos en ginecología, obstetricia y epidemiología de la Universidad de Boston y de Harvard, concluye que la calidad del aire que respiramos puede alterar el ciclo menstrual de las mujeres de entre 14 y 18 años, provocando que la aparición del primer periodo (menarquia) se retrase.



Los científicos llevaron a cabo un estudio transversal sobre una muestra de 34.832 adolescentes, alumnas de distintas escuelas secundarias, situadas en lugares cuyas atmósferas albergaban diferentes cantidades de partículas en suspensión. Los datos evidenciaron que a mayor cantidad de estas partículas, mayor índice de irregularidades, entre moderadas y persistentes, y mayor acumulación de andrógenos, que son las principales hormonas sexuales masculinas que juegan también un papel importante en el organismo femenino.

Es precisamente a esta edad cuando el sistema reproductivo de las mujeres empieza a ponerse en marcha, lo que hace, según las conclusiones del estudio, que sean más sensibles a los efectos de la contaminación. La explicación es que en este periodo de la vida, que se considera una de las denominadas ventanas críticas de exposición —otras son el embarazo y la lactancia—, los sistemas de defensa pueden estar más vulnerables por los cambios que están ocurriendo en el cuerpo.

Otro estudio, realizado por distintas universidades polacas, en el que se analizaron los efectos de la polución en el ciclo menstrual de mujeres de entre 24 y 35 años, concluyó que la exposición a la contaminación también afecta a la tercera fase del ciclo. La llamada fase lútea, en la que, tras la liberación del óvulo, se forma un tejido en torno al ovario que produce la progestetrona para preparar el endometrio para albergar el óvulo fecundado, se acorta por respirar los tóxicos liberados por los combustibles fósiles.

La contaminación también afecta a la fertilidad

Las partículas contaminantes entran en nuestro cuerpo a través del aire, del agua y de los alimentos, y pasan al torrente sanguíneo. Esto, según los investigadores de la Universidad de Boston y de Harvard, también puede causar infertilidad, síndrome metabólico o síndrome del ovario poliquístico.

Estas moléculas tienden a acumularse en la grasa y, según otra investigación de la Universidad de Nueva Gales del Sur, las mujeres tienen de media entre un 6% y un 11% más tejido adiposo que los hombres con el objetivo de aumentar la tasa de éxito reproductivo.

Las conclusiones de este estudio explican que los estrógenos —las hormonas sexuales femeninas, producidas principalmente por los ovarios— reducen la capacidad de la mujer para quemar energía después de comer, lo que redunda en una mayor acumulación de grasa en el cuerpo. La cantidad de estrógenos aumenta especialmente durante la pubertad y el embarazo para almacenar las reservas energéticas necesarias para favorecer la fertilidad, el desarrollo fetal y la lactancia.

Pero este mecanismo acaba convirtiéndose también, como explica Carme Valls-Llobet, médico endocrino y directora del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS) en un "bioacumulador químico de los contaminantes que pueden alterar la salud reproductiva y aumentar las probabilidades de la aparición de enfermedades como la fibromialgia, la sensibilidad química múltiple (SQM), la fatiga crónica y el incremento del cáncer de mama".

Al almacenarse en la grasa durante largos períodos de tiempo, los contaminantes pueden causar efectos nocivos a largo plazo, añade Juan Pedro Arrebola, investigador el Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada y de la Universidad de Granada. Así, continúa el experto, "la exposición de las madres puede incrementar el riesgo de ciertas malformaciones en el tracto genito-urinario de sus hijos, concretamente de criptorquidia — el descenso incompleto de uno o dos testículos desde el canal inguinal hasta el escroto— e hipospadias — un desarrollo anómalo del pene—, así como variaciones en el peso del neonato".

A pesar de que el cuerpo de las mujeres esté preparado para albergar más grasa, la contaminación también puede afectar a los parámetros reproductores de los hombres adultos, concluye Arrebola. Por ejemplo, empeorando la calidad de su esperma.

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