Categories: Noticias Ambientales
      Date: nov 14, 2017
     Title: COP23: La letra pequeña del Acuerdo de París se decide en Bonn

Este año pasará a la historia como uno de los más calurosos de los registrados. Según el informe publicado hace unas semanas por la Agencia Internacional de Meteorología de las Naciones Unidas, las concentraciones de dióxido de carbono han alcanzado las 403,3 ppm. Un nivel del que no se tenía constancia desde el Pleistoceno, hace tres millones de años.



Esta 23ª Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático se podría definir como la de la letra pequeña del Acuerdo de París. Un atípico convenio internacional por el cual se establece un objetivo de reducción de emisiones en torno a un máximo de aumento de la temperatura, y a partir de este, los países se adhieren aportando el compromiso de reducción que consideran más adecuado.

Pese a su flexibilidad, el padre del acuerdo, Laurent Fabius, diseñó una serie de mecanismos que permiten revisar y aumentar la ambición de los objetivos a cumplir en diferentes momentos. El primero será en 2018.

Esta revisión es importante ya que con el anuncio de Siria de unirse al Acuerdo se ha logrado llegar a 170 países firmantes. Un número muy significativo en cuanto a un acuerdo global se refiere, pero todavía escaso respecto a las reducciones necesarias -que hoy nos sitúan entre 1-1,5ºC por encima del aumento de temperatura objetivo al final del siglo.

Aunque necesario, el objetivo principal aquí en Bonn no es aumentar la ambición de los objetivos de reducción sino preparar el camino para aprobar el año que viene en Polonia los formatos en los que los países proponen sus compromisos, así como el mecanismo a través del cual la comunidad internacional realizará un seguimiento adecuado de su cumplimiento.

Seguramente una ingrata tarea, pero altamente valiosa para aumentar la credibilidad y la confianza en las reglas de juego de las siguientes fases de entrada en vigor del acuerdo, en 2020.

La magnitud del cambio

La dificultad de obtener un compromiso más ambicioso está motivada por la magnitud de la transformación necesaria. Las medidas para detener el cambio climático dentro del umbral de seguridad precisarían de una reducción adicional a las promesas actualmente contraídas por los países de entre 11 y 19 gigatoneladas de CO2 antes de 2030. O lo que es lo mismo, un recorte añadido de entre el 20% y el 35% de las emisiones actuales.

La resistencia de países desarrollados, que ven en estas medidas una amenaza para la competitividad de sus productos, así como la de los países en vías de desarrollo, que se preguntan quién va a pagar por las medidas que deberían transformar sus estructuras productivas en bajas en carbono desde sus inicios, bloquean recurrentemente unas negociaciones sujetas a la los delicados equilibrios de este subgénero de la diplomacia, que es el climático.

Sin embargo, independientemente de la velocidad actual de las negociaciones, la transición hacia una economía baja en carbono es una realidad, aunque el inesperado líder lo encontremos en China. Un país que se prepara, por ejemplo, para que un 20% de los coches que se vendan en 2030 sean eléctricos – lo que supondrá desarrollar tecnología para unas ventas de 2,8 millones de coches eléctricos al año-.

La delegación en la sombra

El presidente del país más nombrado en esta Cumbre no estará presente. Seguramente ni en esta, ni en las que se celebren durante su mandato. El discreto perfil de la delegación estadounidense en la zona de los negociadores contrasta con el despliegue que la autodenominada “delegación en la sombra” capitaneada por Michael Bloomberg, Al Gore y Jerry Brown, actual gobernador de California, está teniendo en el foro de organizaciones que se celebra paralelamente a la Conferencia, bajo el lema #wearestillin (todavía estamos dentro).

Y es que efectivamente el mecanismo establece que una vez que los países, una vez han remitido su compromiso de reducción, como hizo el presidente Obama, y de conformidad con el Artículo 28 del acuerdo, tienen como fecha efectiva más temprana para retirarse el 4 de noviembre de 2020, cuatro años después de su entrada en vigor en Estados Unidos y un día después de las elecciones presidenciales norteamericanas de 2020.

Seguramente la Cumbre de Bonn no pasará a la historia como un brillante hito, pero si finalmente se consigue poner las bases de un sistema de fijación y seguimiento de objetivos transparente, se habrá logrado un paso técnicamente imprescindible.

Espinosa: Las negociaciones sobre cambio climático deben vincularse a la realidad

La secretaria de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), Patricia Espinosa, dijo hoy a Efe que lo que "más" le preocupa en este momento de implementación del Acuerdo de París de 2016 es que las negociaciones "estén más vinculadas a la realidad".

En una entrevista con Efe celebrada durante la cumbre del clima de Bonn (COP23), la diplomática mexicana reconoció que el reto de la convención es "establecer un vinculo más estrecho entre la realidad de lo que está ocurriendo con el cambio climático, de sus impactos y la urgencia de actuar, con el proceso de negociación formal".

"Hacer un proceso más informado de lo que sucede y de lo que necesitan los países para poder cumplir e implementar el Acuerdo de París es mi gran preocupación", afirmó.

Espinosa subrayó que, a pesar de que esta cumbre se desarrolla después del anuncio de Estados Unidos de retirarse del Acuerdo de París, "sigue habiendo un apoyo unánime al pacto global de lucha contra el cambio climático, que ya es prácticamente universal".

La voluntad política para lograr un nuevo modelo de desarrollo incluso se ha fortalecido "y las transformaciones se están produciendo de manera acelerada, por parte de los gobiernos y de los agentes no estatales", explicó.

De ahí que considere que un buen resultado de la COP23 sería acabar "con una hoja de ruta clara de cómo vamos a llevar el proceso de implementación del acuerdo en los próximos años".

Acabar la COP23 "con un esqueleto del libro de reglas que hagan operativo el Acuerdo de París, en el que estén las propuestas de todos los países en cada tema, y con el Diálogo de Talanoa diseñado, sobre cómo van a aumentar la ambición de sus compromisos los países para cerrar la brecha que nos separa de los dos grados, sería un gran resultado", admitió.

Espinosa también se pronunció sobre las tensiones que se viven en estos momentos en las negociaciones por parte de más de cien países en desarrollo, liderados por China, que reclaman más implicación de los países ricos para apoyarles a prepararse para cumplir con París en 2020.

"Es legítimo que cada cual trate de ganar el máximo y luego logremos un equilibrio", señaló.

La jefa de cambio climático de la ONU sostuvo, no obstante, que "hay progreso en todos los temas de la negociación, y ni un solo país que diga que no quiere avanzar en algún punto, aunque lo piense".

"Es más -agregó- sería inconcebible que lo dijera después de los desastres que hemos vivido este año debido al cambio climático".

"El único país que ha dicho que no quiere estar es Estados Unidos y se ha quedado solo" (tras la adhesión de Siria la semana pasada), apostilló.

Aún así, la diplomática mexicana confesó que no pierde la esperanza de que el presidente estadounidense, Donald Trump, "reconsidere" su marcha del pacto, ya que "aún no ha presentado la notificación formal de salida".

"Todavía espero algo como que presenten un nuevo compromiso de reducción de emisiones -que por las reglas del Acuerdo de París no podrá ser menos ambicioso del registrado por la Administración Obama- y digan que con el mismo logran algo mejor para los americanos", apuntó.

Preguntada por las peticiones que está recibiendo la convención para que los representante de la industria de los combustibles no participen en las cumbres del clima, Espinosa indicó que el "proceso se ha caracterizado por ser incluyente".

Esto implica "escuchar a todos, también a aquellos con los que no puedas estar de acuerdo", algo que "ha dado buenos resultados".

"Hay mucho por hacer con las empresas de combustibles fósiles, por eso mientras más podamos hablar con ellos de las oportunidades que ofrece diversificar su cartera de negocios y orientarse hacia otro tipo de energías, mejor para el futuro", dijo.

Espinosa también apeló a los consumidores: "Son ellos quienes deben de exigir marcos regulatorios en sus países que dejen atrás los fósiles y promuevan las energías renovables".

Respecto al acto de promoción de los combustibles fósiles y la energía nuclear organizado ayer por la Casa Blanca en la COP23 y boicoteado por decenas de jóvenes, resaltó que hay que "ser respetuosos con la libertad de expresión, y con las diferentes opiniones".

"Lo que nos dice la ciencia es que los combustibles generan daños para la salud, y en las comunidades donde están resultan poco eficaces en términos coste/beneficio", concluyó.

La realidad: El mundo consumirá un 30% más de energía en 2040

El mundo se debe preparar para que la demanda de energía se dispare de aquí a 2040. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) avisa de que se elevará un 30%. Será como añadir otra China y otra India a la demanda global, advierte el informe anual del organismo. "La economía global crece a una tasa promedio de 3,4% anual, la población se expandirá de los 7.400 a los 9.000 millones de personas hasta 2040, y se vivirá un proceso de urbanización que supondrá agregar el equivalente a una ciudad del tamaño de Shanghái a la población urbana del mundo cada cuatro meses", señala. El sector energético vivirá cambios profundos, con nuevas potencias en la producción y un vuelco en las fuentes de energía que darán luz y calor a la humanidad. El reto: evitar que las emisiones de gases también crezcan, porque según la AIE el mundo no está en la senda para cumplir el Acuerdo de París.

Con una demanda al alza, el gas natural ganará un fuerte protagonismo, el mundo no dirá adiós al petróleo y las renovables continuarán ganando terreno, aunque el gran reto es que sigan mejorando su eficiencia tecnológica y su rentabilidad. Y Estados Unidos, se quedará con el liderazgo de los combustibles fósiles y su comercio mundial: se afianzará como el principal productor de petróleo y gas del mundo hasta 2040, incluso en un contexto de bajos precios, según la AIE.

Esta potencia ya es un exportador neto de gas y se convertirá también en un exportador neto de petróleo "a finales de la próxima década", ante su pujanza en nuevas tecnologías de extracción como el fracking, la fracturación hidraúlica. La agencia calcula el aumento de la producción estadounidense de petróleo de esquisto en 8 millones de barriles (mdb) entre 2010 y 2025, lo que supondría "el periodo más largo de crecimiento sostenido de la producción de petróleo de un solo país en la historia de los mercados de petróleo".

Una inversión millonaria

A la subida de la demanda energética el país que más sumará es India, cuya participación en el consumo de energía se elevará al 11% en 2040 (aún muy por debajo de su 18% de participación en la población), apunta la AIE. También se sumará con fuerza a la demanda el Sudeste de Asia. En general, los países en desarrollo de Asia representan dos tercios del crecimiento de la energía mundial, y el resto proviene principalmente de Medio Oriente, África y América Latina.

Más demanda implicará más necesidades de inversión. China necesitará agregar a su infraestructura eléctrica el equivalente a todo el sistema eléctrico actual de los Estados Unidos para 2040. India precisará agregar un sistema de energía del tamaño del que tiene la Unión Europea actual. "La escala de las futuras necesidades de electricidad y el desafío de descarbonizar el suministro de energía ayudan a explicar por qué la inversión global en electricidad superó a la del petróleo y el gas por primera vez en 2016 y por qué la seguridad eléctrica se está situando con firmeza en las agendas políticas".

El carbón pierde la batalla, el petróleo sigue

El carbón sí que perderá la batalla, según las previsiones de la AIE. "Las fuentes de energía renovables cubrirán el 40% del aumento en la demanda primaria y su explosivo crecimiento en el sector energético marca el final de los años de auge del carbón. Desde el año 2000, la capacidad de generación de energía a base de carbón ha crecido en casi 900 gigavatios (GW), pero las adiciones netas de hoy a 2040 son solo 400 GW y muchas de estas son plantas que ya están en construcción", La demanda de petróleo continúa creciendo a 2040, aunque a un ritmo cada vez menor.

El uso de gas natural aumenta en un 45% hasta 2040, según las últimas proyecciones. Y con un espacio más limitado para expandirse en el sector eléctrico, la demanda industrial se convierte en el área más grande para el crecimiento. En cuanto a as perspectivas de la energía nuclear, se han atenuado desde e informe del 2016, pero China continúa liderando un aumento gradual en la producción, "superando a los Estados Unidos para llegar en 2030 a convertirse en el mayor productor de electricidad basada en la energía nuclear", apunta la AIE.

Las renovables, la clave

Las renovables se convierten en 2040, según la visión de este organismo internacional, en indispensables y rentables. Las energías renovables capturarán dos tercios de la inversión global en plantas de energía, ya que se convertirán, para muchos países, en la fuente de menor coste de nueva generación. El despliegue rápido de la energía solar fotovoltaica (PV), liderada por China e India, ayuda a que la energía solar se convierta en la mayor fuente de electricidad limpia para 2040.

Europa, eso sí, mirará más a la eólica que a la solar. "En la Unión Europea, las energías renovables representarán el 80% de la nueva capacidad y la energía eólica se convierte en la principal fuente de electricidad poco después de 2030, debido al fuerte crecimiento tanto en tierra como en alta mar" considera el informe. El crecimiento de las energías renovables no se limitará al sector de la energía; el uso directo de fuentes renovables para proporcionar calor y movilidad en todo el mundo también se duplicará, aunque desde una base baja.

Un 40% más de muertes prematuras

En medio del aumento de la demanda, el mundo, según la AIE, se aleja del cumplimiento del Acuerdo de París, el pacto firmado en 2015 que persigue que el calentamiento global se quede dentro de unos límites que puedan ser manejables por el hombre. El objetivo es que, a finales de este siglo, el aumento medio de las temperaturas no supere los dos grados respecto a los niveles preindustriales y, si es posible, quedarse en 1,5 grados.

Pero el escenario que pinta la Agencia Internacional de la Energía para 2040, con las políticas que en estos momentos los países del mundo tienen sobre la mesa, alejan al planeta de ese objetivo. En concreto, llevarían a un aumento de la temperatura de 2,7 grados a final de siglo, que según los científicos haría que el calentamiento entrase en una fase inmanejable. Además, la Agencia Internacional de la Energía también advierte de que las muertes prematuras derivadas de la contaminación producida por el uso de combustibles fósiles crecerán un 40%, pasarán de los 2,9 millones anuales actuales a los 4,2 millones en 2040.

El reto en las próximas décadas será compatibilizar el incremento de la población mundial que tendrá acceso a la energía con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global según el consenso científico.

Pero la Agencia Internacional de la Energía apunta en su informe que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) ligadas a la energía crecerán un 0,4% anual de aquí a 2040. Es decir, lejos de caer, aumentarán. "Esto está lejos de ser suficiente para evitar los graves efectos del cambio climático", reconoce la agencia en su informe. Pero, según dice, "hay algunos signos positivos". Por ejemplo, una leve reducción respecto a las previsiones que tenía hace un año. En 2016, la agencia sostenía que en 2040 las emisiones anuales ligadas a la energía serían de 35,7 gigatoneladas de CO2; ahora lo corrige a la baja y las cifra en 35,7 gigatoneladas, frente a las alrededor de 32 actuales.

Sin embargo, para cumplir con el Acuerdo de París la Agencia Internacional de la Energía sostiene en su informe que sería necesario que, en 2040, esas emisiones de CO2 estén casi en la mitad de lo que ellos prevén: en 18,3 gigatoneladas.

Para lograr ese objetivo, la agencia propone algunas medidas como que se ponga un precio a la tonelada de CO2 que emiten el sector energético y la industria, la eliminación paulatina de los subsidios a los combustibles fósiles o aumentar la eficiencia en el transporte y la industria.

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