Categories: Noticias Ambientales
      Date: jun 12, 2005
     Title: Cambio Climático: Entre la alarma y la negación
En junio de 1988, James Hansen, director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, enunció por primera vez su teoría del calentamiento global.

Cambio Climático: Alarma o negación

12/06/2005

Las causas naturales ya no bastaban para explicar el aumento de las temperaturas del planeta, y era la contaminación humana -sobre todo las emisiones de CO2-la principal responsable. Las consecuencias de este fenómeno serían catastróficas para la vida, pues provocarían en el presente siglo el deshielo de los polos, la subida del nivel del mar, la concatenación de sequías extremas, de tormentas...

Sus conclusiones fueron muy bien acogidas por los grupos ecologistas y encontraron amplio eco en los medios de comunicación. Pero las industrias que utilizaban combustibles fósiles, y algunosE stados, cuestionaron los datos. Curiosamente, no fueron los únicos: la variabilidad y complejidad del clima a lo largo del tiempo hacían dudar a muchos científicos de la exactitud del modelo desarrollado por el meteorólogo.

Javier Martín Vide, profesor de Geografía Física y Climatología de la Universitat de Barcelona era uno de ellos. "En la prensa podría encontrar alguna declaración mía en ese sentido -reconoce-, pero desde mediados de los años 70 los indicadores no dejan ninguna duda y las conclusiones del último Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) reunido por la ONU es concluyente respecto: nuevas y más poderosas evidencias muestran que ese calentamiento es debido a las actividades humanas y no a la variabilidad natural".

Negacionistas y críticos

A pesar de ello no han dejado de proliferar los negacionistas y los críticos. Sobre todo desde la perspectiva económica. El más conocido de ellos es Bjorn Lomborg, ex simpatizante de Greenpeace, especialista en estadística y autor de El ecologista excéptico, una obra que ha puesto en duda el nuevo paradigma ambientalista. Las malas interpretaciones y los errores de cálculo, cuando no las mentiras, estarían en el origen de la teoría del calentamiento global.

"Muchos científicos y medios de comunicación prefieren hablar más de cosas que nos quedan por resolver que de las que hemos estamos resolviendo -afirma Lomborg-. Las malas noticias venden más que las cosas importantes. Las estadísticas dicen que vivimos mejor, más tiempo, más sanos, con más tiempo libre y más educación que nunca. Y los indicadores ambientales mejoran. ¿Un ejemplo? La polución ha caído en las últimas tres décadas".

Lomborg considera que deberíamos ser muy cuidadosos con las decisiones que se tomen para atajar esta subida de temperaturas, pues aunque se esté produciendo hoy "podemos hacer muy poco para cambiarlo, y a un precio muy alto. Kioto supondría reducir las emisiones de CO2en un 30% para el 2020 en el mundo desarrollado. Pero aunque todos cumplieran, eso sólo retrasaría seis años las emisiones previstas para el 2100. Y mientras, sacrificaríamos casi el 2% del PIB anual. Los 150.000 millones de dólares que costará como mínimo Kioto son el triple de la ayuda al desarrollo actual. Con el presupuesto de sólo un año, el Tercer Mundo podría tener agua potable. Podríamos usar el dinero de Kioto de manera más útil invirtiendo en los países en desarrollo, lo que redundará en que disminuya su contaminación. Además, dado lo costosa que es hoy la reducción del CO2,sería mejor pagar los costos de adaptación al aumento de temperaturas y dedicar parte de nuestros esfuerzos a investigar fuentes energéticas menos contaminantes. De nuevo, hay que mostrar a la gente las prioridades verdaderas".

En este sentido, en el año 2003 se reunió en Copenhague un grupo de prestigiosos sabios y científicos entre los que había varios premios Nobel. Tenían como misión realizar una lista de prioridades sobre los problemas más graves a los que se enfrenta la humanidad. Se trataba de contestar a la pregunta: ¿Cuáles deben solucionarse primero? Lo prioritario, coincidieron todos, es la lucha contra el sida, seguida por la malnutrición, la liberalización del comercio agrícola y el control de la malaria. El cambio climático se encontraría en los últimos puestos.

Un estudio reciente de la consultora Price Waterhouse & Coopers calcula que el cumplimiento del protocolo de Kioto sobre la reducción de emisiones deCO2-que EE.UU. y China se niegan a firmar- costaría a los españoles más de 19.000 millones de euros entre los años 2008 y 2012. Además, sus autores se muestran convencidos de que provocará un incremento adicional de la inflación de un 2,7% en el año de su puesta en marcha, una reducción inmediata del PIB de casi un 1%, una previsible deslocalización de parte de la industria española hacia países donde el protocolo no se haya firmado o en los que tengan excedentes de derechos de emisión y un fuerte encarecimiento de la energía. A estas consecuencias inmediatas, prosigue el informe, sólo pueden seguirle el aumento del desempleo, la desaparición de industrias relativamente pequeñas y un estancamiento económico.

Así que, moviéndose entre la negación radical del fenómeno y la creencia de que los grupos ecologistas exageran y dramatizan los escenarios futuros, en lo que han dado en llamar ecoalarmismo, las opiniones en contra del acuerdo de Kioto insisten en que hay problemas más graves en los que gastar los recursos. Pues, como dice Lomborg, "puede ser costoso ser optimista, pero más cosbomba tos es ser demasiado pesimista. Y algunas políticas ambientales son altamente efectivas y salvan gran cantidad de vidas humanas (reducir el plomo en el petróleo y las emisiones de dióxido de azufre en el gasóil). Mientras que otras son absurdamente caras. Kioto es una de ellas. Pues el costo sólo para EE.UU. sería superior al de resolver el principal problema de salud mundial: el acceso universal a agua potable y alcantarillado. Ello evitaría dos millones de muertes al año y prevendría a 500 millones de personas de contraer enfermedades graves".

¿Estamos realmente seguros de que se está produciendo un calentamiento global provocado por el hombre? No faltan precedentes de grandes errores cometidos por científicos que auguraban grandes cataclismos en el futuro. Como Paul Ehrlich, que en 1968 predijo en La de la población que no habría más recursos para alimentarla. "En la década de los 70 -presagiaba Ehrlich-, el mundo experimentará hambruna de trágicas proporciones: cientos de millones de personas morirán de hambre". En cambio, datos de Naciones Unidas muestran que desde 1961 la producción agrícola del mundo en desarrollo ha aumentado un 52%. La ingesta diaria de alimentos en los países pobres aumentó de 1.932 calorías en 1961 a 2.650 en 1998 y se espera que llegue a 3.020 en el año 2030. La proporción de personas en países en desarrollo que mueren de hambre ha disminuido del 45% en 1949 al 18% de hoy, y se espera que descienda a un 12% en 2010 y a un 6% en 2030.

Reflexión apocalíptica

Poco después, en 1972, las reflexiones del Club de Roma recogidas en el libro Límites al crecimiento anunciaba el fin del mundo para el año 2000, o poco tiempo más tarde, una vez que los recursos naturales se hubieran terminado y la contaminación hubiese matado a la mayor parte de la humanidad.

"Desafortunadamente, el tema del cambio climático ya ha dejado de ser una cuestión de fe. Y, por desgracia, estamos ante el problema más grave al que se enfrentará la humanidad durante el siglo XIX", asegura Martín Vide. El tercer informe del IPCC prevé que la temperatura media del planeta subirá entre 1,5 y 6 grados entre 1990 y el año 2100. Será el aumento de temperatura más rápido en los últimos 10.000 años y comportará, entre otras consecuencias, que el nivel del mar seguirá subiendo: entre 14 y 80 centímetros en los próximos 100 años, con los consiguientes impactos en la costa. Y, cuanto más combustibles fósiles quememos, mayor será la subida de temperatura.

"Una complicación añadida a la hora de percibir correctamente el problema -añade Martín Vide- es la escala temporal en la que se desarrolla. A la gente le interesa el tiempo que hará mañana y no dentro de cien años. También los políticos se resisten a tocar a las multinacionales, porque saben que en cuatro años no se pueden obtener resultados. Por eso hay que planteárselo a una escala diferente, amedio plazo: la vida de nuestros hijos, por ejemplo".

 

Fuente: La Vanguardia